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La idea es que crezcamos juntos, que entre ustedes y yo construyamos esta sección. Publicaré un cuento que iré aumentando cada 400 likes, ayudenme, compartan y lean estas historias salidas de mis pesadillas con varias dosis de suspenso.

EL COLLAR DE CUENTAS ROJAS

 

Para El Dr. Sergio González Bonilla.

Gracias. Eternas y totales.

A veces los sueños son solamente los breves lapsos de tiempo en que nuestro cuerpo deja de ser agobiado por las incesantes catástrofes  que nuestros modernos y apresurados tiempos dejan caer una y otra vez como hojas marchitas sobre las turbias aguas del estanque que es nuestra vida.

 

 

Pero no corre con la misma suerte la mente, ya que carece de ese tiempo de descanso, pues sucede, de manera constante e irremediable, que cada vez que cerramos los ojos por las noches, con el firme y anhelante propósito de descansar, vemos atormentada nuestra tranquilidad por los restos de vida, mal acabada, siempre incomprendida, que nuestros cuerpos guardan del día.

 

 

Trágico resulta, entonces, llegar a la cama y encontrar en el remanso nocturno, ecos horribles de  odios, miedos y decepciones diurnas. Traiciona el subconsciente y resulta que encontramos en el lugar más seguro, donde menos lo esperábamos, los ataques más violentos y crueles en contra de nosotros mismos. Y aquel tiempo que debía ser considerado sagrado por la belleza de la paz y tranquilidad que presupone, vuélvese infierno diario y obligatorio, que llena de miedo el corazón con el simple hecho de ver al sol poniente descender tras las colinas, las brumas nocturnas surgir de la nada y sentir las pesadez del cuerpo que exige su descanso por encima del sufrimiento que al alma concierne.

 

 

Es así, que en una de esas noches,   me encontré llamando a la puerta de aquella casa, la misma pequeña y lujosa casa blanca de paredes altas y portón color crema, tan conocida por mí, que puedo aún describir cada detalle de las paredes, por pequeño que este fuera. Pues pasé los años más felices a los que  cualquier ser humano puede aspirar, aquellos que se convierten en tesoro perdido al paso del tiempo y paraíso prometido e inalcanzable cuando las tragedias atacan. Mi infancia.

 

 

La pequeña casa pertenecía al Doctor Ricardo González, afamado cirujano, más conocido por su carácter afable y el corazón compasivo que poseía, que por sus habilidades quirúrgicas, sin demeritar a las últimas con esto, pero existían esas otras cualidades que resaltaban mucho más en su personalidad, para mayor gloria de todos los que tratábamos cualquier asunto con él.

 

 

El buen Doctor era padre de Ricki, el “flaco” González, mi mejor amigo desde la infancia, y no por elección propia, sino impuesto por él mismo. Ricki era de esas personas imposibles de sacar de tu vida, a veces, porque su personalidad era tan fuerte y atrayente que su compañía se volvía adictiva y aderezo necesario en cualquier evento que invitara a la festividad y la algarabía. Otras veces, porque el tipo podía ser tan insoportablemente inoportuno, persistente y  dependiente, que lo encontraba a cada paso de mi vida  por curiosa casualidad del destino. Psé!.

 

 

El Doctor González, se convirtió con el paso de los años en el impulsor incondicional de la amistad entre su hijo y yo, siendo alcahuete simpático y complaciente de los cientos de travesuras que los dos jóvenes hiperactivos ideábamos con frecuencia. Cubriendo nuestras fugas de la escuela con justificantes médicos oportunos o nuestros viajes con mochila al hombro, disfrazándolos frente a mis padres de compasivas misiones a favor de los necesitados enfermos de allá, lejos, en el norte de la sierra.

 

 

Y así, durante 22 años, esta relación con los Ricardos, me llenó de alegrías y aventuras que serían imposibles compilar en estos escasos renglones. Lo importante es que todas ellas culminarían en esta noche. En el cumpleaños 25 del Flaco, cuando el Doctor González, había tenido a bien extenderme una atenta invitación a celebrar con bombos y platillos el cuarto de siglo de su hijo. Prometiéndonos la experiencia más atractiva y emocionante de nuestra vida.

 

 

Después de esperar treinta minutos en la sala de la casa a que el Doctor terminara de hacer los últimos arreglos, bajó el buen viejo por las escaleras que conducían a las recamaras, sonriente, con los ojos brillantes, extendiendo los brazos hacia nosotros:

 

 

-Hijos míos – dijo sonriendo, con una voz que reflejaba la dificultad que sentía para controlar la desbordante alegría que había hecho presa de él- es momento de partir a la fiesta de cumpleaños.

 

 

-¿Nos vas a decir a donde vamos?- preguntó Ricki  intrigado por el secreto total al que su padre nos había sometido desde hacía varias semanas.

 

 

-No, no, no- musitó juguetón el Doctor- es una sorpresa, ¡y vaya sorpresa!.- mientras se frotaba emocionado las manos.

 

 

Salimos a la calle y paramos un taxi, Ricki y yo íbamos en la parte de atrás, el Doctor sentado junto al chofer, le entregó un papel con la dirección a la que nos dirigíamos y un billete de $200 pesos, a la vista del cual el chofer sonrío ampliamente y presuroso encamino el vehículo hacia la dirección indicada.

 

 

La plática dentro de la pequeña cabina del vehículo compacto de marca alemana, se alegró, y juntos, los tres felices hombres, rememorábamos los días de infancia hace ya tiempo abandonados, cuando las bromas, juegos y sorpresas eran más frecuentes que ahora. Ahora cuando todos teníamos responsabilidades, de menor o mayor importancia, pero que habían forzado a espaciar dichas actividades recreativas.

 

 

Tan animada era la plática que no supe bien como después de 40 minutos de viaje llegamos a un alejada colonia del sur de la ciudad, donde las calles empedradas y con baches profundos se combinaban con las recién pavimentadas y mal iluminadas, inevitable ambivalencia de todas las colonias nuevas en un país tercermundista. El taxi paró frente a una enorme casa de paredes grises o al menos lo parecían en la noche. Un enorme portón negro bloqueaba la entrada evitando cualquier intento propio de la curiosidad humana por atisbar los secretos que se escondían detrás de él.

 

 

El Doctor esperó a que el taxista desapareciera entre el inmenso laberinto de calles que nos rodeaba. Entonces se dirigió a la puerta y llamó por el interfón colocado al lado derecho de la  entrada. Después de un par de segundos de plática, regresó a nuestro lado y con rostro sonriente entabló una breve conversación que nos llenó de sorpresa.

 

 

-Bueno chicos, espero que les guste mi sorpresa, yo sé… que  tal vez…- se sonrojó un poco- este viaje no era necesario, pero creo que  en mi papel de padre, estoy obligado a proporcionar esta experiencia a mi hijo…

 

 

Ricki y yo nos echamos una mirada rápida, los años juntos nos permitían identificar la similitud de nuestros pensamientos con sólo un vistazo, sonreímos y nos sonrojamos también.

 

 

-…pues sí, verán, yo sé que tal vez ustedes ya conocen lo necesario sobre las mujeres y el sexo, de hecho estoy seguro de eso…

 

Y nos miro con una cara de reproche fingido cuya finalidad creo, era recordarnos aquella vez que nos encontró en plena fiesta de poker de prenda en la sala de su casa, al regreso de un congreso de cirugía a corazón abierto. Pero bueno, ¿quién iba a pensar que un huracán iba a impedirle quedarse un par de días más en la costa como tenía planeado?

 

 

-…así que dispuse celebrar el cumpleaños 25 de mi hijo aquí, donde todo aquello que necesiten aclarar sobre el arte del sexo y la seducción puede ser feliz y placenteramente aclarado.

 

 

No bien había terminado de decir esto cuando el ladrido de unos perros que sonaban enormes, refugiados tras el negro y metálico muro que nos separaba de la casa nos hizo reaccionar, los pasos lentos y pesados de una persona sonaron inmediatamente después, el ruido de unas llaves al ser sacadas de la bolsa, seguramente del pantalón, y el inmediato ruido de la cerradura al abrirse permitió que nuestros corazones, por lo menos el de Ricki y el mío, se dispararán por la emoción del lugar que estábamos a punto de conocer y que prometía tan buenas recompensas.

 

 

Un viejo de aproximadamente 70 años con mirada vidriosa y escasa aparentemente, abrió la puerta, nos hizo pasar y sólo nos atrevimos a recargarnos en la parte desconocida para nosotros del portón negro, ya que dos enormes pastores alemanes, en colores negro y paja, de enorme alzada y lustroso pelaje, olfateaban nuestras piernas con notoria desconfianza, dejando escapar de hito en hito un ronco gruñido cuando alguno de los tres hombres intentábamos avanzar  o realizar cualquier otro movimiento.

 

 

-Tengo cita con la Señora de la casa- soltó el Doctor de manera brusca mirando con enfado al anciano.

 

 

-Lo sé, lo sé, llevo toda la tarde arriba y abajo para satisfacer los deseos del señor, porque hoy estamos celebrando ¿o no?- dijo el anciano mientras caminaba  por el pequeño jardín dividido en dos mitades exactas por la pequeña avenida de grava sobre la que avanzaba.

 

 

-Así es, estamos de fiesta, celebramos el cumpleaños de mi hijo – dijo el Doctor elevando un poco la voz, como para hacer notar al anciano que nos dejaba parados con la espalda pegada al portón y el pecho a merced de los canes.

 

 

El anciano volteó, sonriendo de manera inocente, como si hubiera olvidado algo sin importancia, llevándose los dedos a la boca, silbó y los perros corrieron junto a él. Lentamente frotó sus cabezas, acción que a las enormes bestias llenó de satisfacción.

 

 

-Adelante, adelante, caballeros. Están en su casa. Dejen sus inhibiciones en la puerta, boten  como trapos viejos el pudor que los acompaña. Beban, canten, bailen y diviértanse. Pidan, sin miedo, sin vergüenza. Nada teman, que aquí no serán juzgados- decía el anciano mientras nos encaminaba a la puerta de madera que daba entrada a la enorme casa estilo chalet cuyas coquetas luces se traslucían por las cortinas de satín y encaje que con sobrada malicia, sexual y femenina, la casa poseía en cada habitación.- Pasen, gocen. Pero lo más importante, mañana, después de la resaca, olviden.

 

 

-¿Olviden?- dije mientras intentaba revisar con sobrada curiosidad que placeres extraños y maravillosos se escondían tras la puerta que gentilmente el anciano nos abría.

 

 

-Así es, olviden- se oyó decir a una voz femenina, a la cual fácilmente se le calculaba que hacía tiempo había rebasado los 40 años- esta noche olviden quienes son fuera de aquí, y mañana olviden lo que fueron esta noche, en esta pequeña casa de los deseos.

 

 

Y una anciana, ataviada con una bellísima bata blanca, satinada, salió a nuestro encuentro y tomándonos a Ricki y a mí de las manos, nos condujo a través del hall de la casa hacia una espaciosa sala, elegantemente adornada, en la que tres enormes sillones formaban un cuadrado incompleto, cuyo lado faltante lo cubría una enorme mesa de madera y cristal.

 

 

-Vengan mis amores- y amablemente nos sentó a su lado en la sala, ocupando el sillón de en medio.

 

 

Yo estaba sorprendido, esperaba encontrar a una Madame mucho más joven y bella, sin embargo la melosa voz de nuestra anfitriona y sus modales encantadores, vencieron poco a poco las dudas que surgían en mi cabeza, la cual,  empezaba a dejarse llevar por la promesa de placer y felicidad que las buenas maneras de la Señora anunciaban.

 

 

-Doctor, lo invito a subir la escalera, en la habitación al fondo del pasillo encontrará lo que necesita.- al escuchar decir esto a la anciana, Ricki y yo volteamos a vernos, sorprendidos, echamos una mirada rápida a nuestro alcahuete.

 

 

-Pues si muchachos, yo los traje a celebrar, pero no esperarán que sea testigo de todo, no es para tanto, soy liberal, pero bueno, todo tiene  su límite, los dejo en buenas manos- dijo volteando a ver a la Madame, cruzando entre ambos una mirada de complicidad- nos vemos mañana  temprano, diviértanse.

 

 

Diciendo y haciendo, el buen doctor subió las escaleras, dejándonos a cargo de la Señora de la casa.

 

 

-Martha, Martha, tráenos algo de tomar.-gritó la anciana y volteando a vernos añadió- perdonen que no les pregunte su preferencia en cuanto a licores, pero en esta casa sólo se bebe nuestra receta secreta, un néctar que mi difunto marido solía preparar, el primer trago enchina la piel y hace que lloren los ojos, el segundo obliga al cuerpo a sudar copiosamente, después del tercero el cielo se abre a los ojos del bebedor. Así que tómenlo con calma preciosos.

 

 

En ese momento una mujer altísima, de dos metros tal vez, entro por una puerta en el extremo derecho de la sala, por la parte opuesta a la escalera, trayendo en sus manos una bandeja con dos vasos de cristal que contenían un líquido amarillento, desagradable a la vista pero atractivo al olfato, pues instantáneamente la habitación se llenó de un olor dulzón a almendras, proveniente de los vasos.

 

 

La mujer no era  fea. Ni bonita. Lo único que la hacía resaltar era su estatura, su cuerpo delgado no ofrecía un punto agradable sobre el cual valiera la pena posar la mirada, incluso a través del negligé azul transparente que vestía, no encontré algo que motivara mi sexualidad.

 

 

-Ella es una de mis niñas- escuché decir a la vieja con cierto orgullo en la voz, mientras yo buscaba con afán y sin vergüenza, algo en el cuerpo de aquella enorme mujer que incitara mi libido.

 

 

-Espero que las otras estén mejor- pensé para mí.

 

 

-Ven nena, siéntate con nosotros a platicar -acto seguido y obedeciendo las ordenes de su ama, la mujer se sentó a mi lado, tomando un vaso de la bandeja y colocándolo cerca de mi  boca, ofreciéndome el brebaje de la casa.

 

 

Tomé un trago, con precaución y no sin ciertas reservas. Pero el sabor dulzón del licor  termino por convencerme y jale un gran sorbo de aquella bebida.

 

 

-Despacio amor, despacio, no querrás terminarlo todo antes de empezar la fiesta.- dijo la mujer a mi lado, con una voz grave, que tal vez por la bebida que acababa de ingerir, me pareció sumamente sensual.

 

 

La anciana ofreció el otro vaso a Ricki, que viendo mi satisfacción al tomar aquel trago, no dudo un instante y empino el codo con violencia, terminando de golpe la bebida. Ambas mujeres abrieron sorprendidas los ojos, la anciana volteó y con una seña ordeno a la gigante que me hiciera beber un poco más, a lo que yo accedí sin poner mucho empacho, pero sin terminar la bebida.

 

Ambas mujeres rieron.

 

 

-Pues bien, parece que nos topamos con dos jóvenes impetuosos, desean apurar rápido la copa, lo que significa que ansían otros placeres más peligrosos que la bebida ya ofrecida.- dijo entre risas la vieja, mientras se levantaba del sillón y caminaba hacia la escalera, tomó entre sus manos un cordel  rojo que se deslizaba casi imperceptible a través de la pared y después de jalarlo tres veces, volteó a vernos sonriendo.

 

 

-Caballeros, los dejo a cargo de mis niñas, no teman pedir, pues están dispuestas a satisfacer cualquier deseo que ustedes tengan, por más extraño que este parezca. Hasta luego, y no olviden el consejo que les di cuando cruzaron la puerta de esta casa.- con una pequeña inclinación de cabeza se despidió de nosotros, desapareciendo por la puerta de donde había salido la gigante.

 

Inmediatamente, el sonido sensual de la música oriental llegó a nuestros oídos, y vimos descender por la escalera un sequito de mujeres, ataviadas con ropas de diversos colores  y todas ellas transparentes.

 

 

Abrí los ojos desmesuradamente, mi estomago sobresaltado por la impresión de aquel desfile, estuvo a punto de salir de mi cuerpo. Una cadena de mujeres semidesnudas, formando un zoológico de lo absurdo alrededor mío, haciendo un contraste brutal, ante el cual mi mente luchaba por organizar mis dispares pensamientos.

 

 

Enanas de todos colores, rubias, negras, blancas de tipo albino, danzando al sonido de sensuales notas del laúd oriental, gordas enormes de 100 o más kilos, regodeándose en sus formas toscas que contrastaban con la belleza del lugar donde nos encontrábamos. Flacas esqueléticas, altas o pequeñas, ancianas y jóvenes, realizando una grotesca pasarela frente a mis ojos.

 

 

Voltee a ver a Ricki, me sorprendió ver la mirada de lujuria que sus ojos reflejaban, intenté encontrar alguna entre aquellas mujeres que mereciera el deseo que los ojos de mi amigo reflejaban, terminé por descubrir  que la única que finalmente pudiera merecer un poco de atención, y eso carente de sexualidad, era la mujer gigante que estaba mi lado.

 

 

Aquella, al percibir mi molestia, tomo el vaso entre las manos y lo puso de  nuevo en mi boca invitándome a beber, lo que hice más por la necesidad de controlar el asco que sentía que por deseo de empinar el codo.

 

 

Sin embargo poco a poco, mi resistencia fue pasando, algunos vasos más, y aquella bebida se convirtió en cristal maravilloso y mágico que permitió deformar la realidad que me rodeaba en beneficio de mis aturdidos sentidos.

 

 

Bailes, copas, obscenidades y excesos, permitieron que Ricki y yo fuéramos cediendo poco a poco a los encantos de aquellas mujeres que nos rodeaban, giros, caricias, besos, miradas lúbricas y secretos obscenos contados al oído permitieron que en un clímax de pérdida total de la conciencia, Ricki tomara entres sus brazos a una horrible enana de cabellos blancos, mirada saltona y sonrisa plagada de dientes amarillos, por mencionar los que aún estaban en su lugar. Un grueso collar de cuentas de cristal rojo, colgaba del grueso cuello. Cubierta de un vestido transparente, que permitía ver una piel pálida hasta la repulsión, la cual en medio de mi borrachera, me recordó vagamente la piel de los leprosos en fases terminales, aquella que está a punto de caer y abandonar a sus dueños de forma permanente.

 

 

Y mientras miraba a mi amigo subir dando tumbos la escalera, bajo las instrucciones y risas de la belleza rubia que cargaba en brazos, mi tierna gigante me tomó de la mano y en compañía de una gorda enorme, cuya cara estaba llena de hoyos y enrojecida por el acné propio de su condición, me encaminaron por la misma vía que Ricki tomara antes hacia una habitación en el segundo piso, donde los tres pasamos la noche y cuyos detalles no vale la pena explicar o mejor dicho, hace tiempo que olvide ya.

 

Lo siguiente que recuerdo es la voz temblorosa de Ricki, y su cara pálida y temerosa frente a la mía.

 

 

-Tomás, Tomás. Levántate, vamos maldita sea levántate- decía mientras jalaba de mi brazo derecho.

 

 

La cabeza me dolía de tal forma que si hubiera explotado en ese momento, creo,  sinceramente, que el dolor habría sido mucho menor al que sentía.  Me levante ligeramente recargándome sobre los codos, la poca luz que entraba a través de la puerta hería mis ojos como si estuviera hecha por cristales. Sin fuerza me deje caer en la enorme cama en la que me encontraba.

 

 

-Maldita sea, levántate idiota, que estamos en peligro- decía Ricki a media voz, con lágrimas en los ojos quitando de un jalón las sábanas de seda que cubrían mi desnudo cuerpo. Tomó del suelo mis pantalones y con furia me los echó en la cara.

 

 

-No me hagas ponértelos imbécil, si en diez segundos no te levantas te juro que te abandono en esta casa.

 

Al ver la actitud de mi amigo, tan diferente a como normalmente era, metí los pies en los pantalones y levantando la cadera los coloqué correctamente en su lugar, dejándome  caer de nuevo sobre la cama, extendiendo la mano a Ricki para que me ayudara a levantar.

 

 

-Dime que fue una pesadilla Ricki, dime que no te acostaste con la horripilante albina enana…

 

 

Con los ojos desencajados como si lo que acababa de decir fuera una gran estupidez, insignificante para el momento que vivíamos, Ricki me miró y me echó en la espalda mi camisa mientras me sacaba del cuarto.

 

 

-Eso Tom, no fue una pesadilla, fue real, pero te juro que sí, vivimos una pesadilla, y le debemos poner rápido punto final.

 

 

-¿Adónde vamos?- pregunte, mientras él ponía la mano sobre mi boca obligándome a bajar la voz

 

 

-Nos vamos de aquí, rápido y sin que nadie se dé cuenta.-murmuró

 

 

-¿Y tu padre?- Ricki se sobresaltó al oír mencionar  al Doctor y el dolor se reflejó en su mirada.

 

 

-Para él ya es muy tarde Tom, nosotros todavía podemos salvarnos y hacer que estas brujas paguen por sus pecados.

 

 

El tono en que Ricki dijo esto me produjo pánico, un escalofrío recorrió mi cuerpo, y la imagen de mi buen amigo la noche anterior, totalmente ebrio y con la enana en brazos me obligó a pensar que tal vez todavía no terminaba de tener sus cincos sentidos completamente con él.

 

 

-¿De qué hablas? ¿sigues ebrio?- le grite mientras de un empujón lo aventaba contra el barandal de la escalera.

 

 

El sonido de su cuerpo chocando contra la madera le llenó de pánico el rostro y de un salto me tomo de los brazos y me arrastró hasta el fondo del pasillo, a la habitación que había ocupado, si las indicaciones de la dueña de la casa habían sido exactas, el Doctor González.

 

 

-Mira imbécil, mira lo que nos espera si tardamos otro minuto más paseando en esta casa- lleno de furia Ricki me empujó dentro de una habitación  adornada en rojo y dorado, en la cama,  el cuerpo desnudo del Doctor González, atado de pies y manos, con los ojos abiertos y mordiéndose la lengua, demostraba los rasgos clásicos de asfixia.

 

 

Las imágenes de la noche anterior llegaron a mi mente, las mujeres, el desfile, la sensación de miedo que sentí al entrar a la casa y platicar con la Madame, poco a poco pude analizar  la inconsistencia, ahora certeza, de aquellas dudas que tanto me habían chocado la noche anterior.

 

 

Era  claro que el Doctor González tenía sus vicios, lo que no acababa de entender es por qué había querido compartirlos con nosotros, además era evidente que el sexo duro le complacía de especial forma, pero esta vez, a  alguien se le había pasado la mano.

 

El dolor que me produjo ver  muerto a un hombre tan querido sólo se compara con la posterior reflexión moral que derrumbo del pedestal al ídolo infantil que ese mismo hombre había sido.

 

 

-Vámonos- dije mientras corría en dirección a la puerta de la habitación, de donde el Flaco ya había echado a correr por el pasillo, buscando bajar las escaleras. Lo alcancé y juntos cruzamos la puerta de entrada de la casa, mandando al diablo la discreción, permitiendo que la desesperación nos llevara lejos de ese maldito lugar.

 

 

Al cruzar la puerta de madera que daba entrada a la casa, pensé involuntariamente en Dante, recordé la puerta del infierno que menciona en su bendita obra, el eco de aquella amada lectura volvió a mi mente: “abandonad toda esperanza vosotros los que entráis…” ¿Por qué demonios no recordé eso la noche anterior? Tal vez nos habría evitado muchos dolores de cabeza.

 

 

Y para terminar el cuadro simbólico y literario, de entre los arbustos que se encontraban a los lados del camino de grava que dividía el patio en dos, Cancerbero y  Caronte aparecieron ante nuestros ojos, representados por el anciano que nos recibió la noche anterior y los dos enormes perros que siempre lo acompañaban.

 

 

-¿Se retiran los Señores?-dijo el hombre con cierto tono de malicia. La luz naciente del sol invernal, tiñendo de rojo el cielo matutino, cubrió su rostro de reflejos sanguinolentos que excitaron nuestra ya dañada imaginación.

 

Los canes se acercaron lentamente hacia nosotros, mostrándonos los dientes, listos a la primera orden de su amo, a saltar sobre nosotros y hacernos presa de sus enormes y blancos colmillos.  El tiempo parecía detenerse, ambos, Ricki y yo, analizamos mentalmente nuestras posibilidades. Fácilmente venceríamos al anciano, pero los perros nos destrozarían antes de llegar a él.

 

 

-Un teléfono Tomás, un teléfono- murmuro Ricki en voz baja, mientras lentamente y jalándome del brazo, nos regresaba a la casa.

 

Caminamos de esta forma dos o tres pasos, y dando vuelta sobre nuestros talones regresamos corriendo a la casa, ambos recordamos que la noche anterior, en el hall  habíamos visto un elegante teléfono de pared, el cual en este momento, representaba la promesa de la salvación tan anhelada.

 

 

Al llegar, Ricki levantó el teléfono, pero en ese momento antes de marcar el número de la policía, me miro con  desesperanza y la mirada extraviada.

 

 

-No sabemos dónde estamos Tom.- dijo con la voz quebrada por el llanto. Para mí quedaba claro que su voluntad había llegado al punto álgido de resistencia, el despertar a su lado con la mujer que llevó a la cama, el recuerdo de los excesos en los que caímos la noche anterior, la imagen del padre amado muerto en tan tristes circunstancias y  saber que nosotros podíamos ser los siguientes, vencen la estabilidad mental de cualquiera.

 

 

Le arrebaté el teléfono de las manos y  me llevé el auricular al oído, mientras hablaba con Ricki:

 

 

-No importa viejo, ellos tienen sistemas de detección, rastrearán la llamada y nos encontrarán, todo va a salir bien Flaco, no te preocupes, tranquilo, sólo cuida que nadie venga…

 

 

No bien había terminado de decir estas palabras cuando la horrible enana albina, aún semidesnuda bajo su ropa transparente me miro sonriéndome, jugando con el collar de cuentas rojas que colgaba de su cuello, mostrándome los dientes escasos y amarillos que adornaban la oscura y pestilente cueva que llamaba boca. Atrás de la albina apareció la anciana Madame, riendo como ella, y con el cable del teléfono desconectado en la mano derecha.

 

 

-Caballeros, no es elegante despedirse sin agradecer a las anfitrionas sus atenciones- dijo la anciana en tono severo. Y buscando el cordel rojo que se escondía en la pared, lo jaló tres  veces y llamó a sus muchachas.

 

 

Bajaron veloces, todas ellas a través de la escalera, rodeándonos rápidamente,  formando un horripilante y semidesnudo ejercito alrededor nuestro. La mirada a la luz del día de la realidad grotesca,  trajo a mi mente la imagen de las obscenidades de la noche anterior y la sensación humillante de ver denigrada nuestra condición de seres humanos, revolvió mi estómago y vomite larga y sonoramente sobre el elegante piso de la casa.

 

 

-Verán jóvenes, como creo que ya se dieron cuenta, alguien fue demasiado celosa en el cumplimiento de su deber…- dijo la anciana mientras se sentaba fuera del circulo que nos rodeaba, en la mitad de la escalera.-…eso pasa, a veces, cada quien obtiene en esta casa lo que desea, incluso un poco más, somos famosas por satisfacer completamente a nuestros clientes…-y mientras decía esto llamaba con señas a la gigante con quien yo había compartido la cama la noche anterior.

 

 

La enorme mujer salió corriendo en dirección de la puerta por donde la vi aparecer la primera vez y regreso en pocos minutos con una botella del licor de la casa y un enorme puñal en la mano.

 

Al verla aparecer las mujeres más grandes y robustas del grupo se echaron encima de nosotros, yo intente poner resistencia, recibiendo algunos golpes, arañazos y mordeduras durante mi vana pelea, al quedar sometido y voltear, me di cuenta que Ricki, ni siquiera se había movido, no había hecho nada por intentar salvarse, estaba totalmente derrotado, física y mentalmente.

 

 

-Queremos hacer un último brindis en su honor- dijo la anciana mientras señalaba a mi querido amigo, acto seguido la gigante abrió la boca de Ricki y vacío un cuarto del contenido de la botella.

 

 

El cuerpo del Flaco se convulsionó un poco, y en instantes su rostro tomó la fisonomía tan característica del hombre que se encuentra bajo la influencia del alcohol. Inmediatamente, la enana horripilante se lanzó sobre él

 

Tomando el cuchillo de manos de la gigante, la albina enana lo blandía con fuerza frente a la cara de Ricki, haciéndole preguntas varias sobre los recuerdos que le quedaban de la noche anterior. A algunas de ellas, el Flaco respondía con murmullos inteligibles, ante otras sólo, un rotundo “no lo sé” escapaba confuso de sus labios.

 

 

Los pequeños ojos verdes y vidriosos de la minúscula mujer echaban destellos de furia,  parecidos a la mirada torva y bestial de las víboras cuando están a punto de morder. Después de un largo tiempo de interrogatorio, la albina de ojos verdes y repulsiva piel blanca miró a la dueña de la casa, dudando sobre lo que convenía hacer a continuación.

 

 

La ama se tomó unos minutos, mientras miraba fijamente a Ricki. Finalmente moviendo en forma negativa la cabeza, miró a su engendro pequeño y pálido, levantando la mano izquierda en señal de resignación.

 

 

Acto seguido la inmunda mujer pequeña saltó con una sonrisa enorme sobre el cuerpo de Ricki cortando de un tajo la garganta, riendo de placer mientras recibía la sangre de mi amigo sobre su cara y cuerpo. Ricki, se tambaleó un poco, el sonido de la sangre que lo atragantaba se oyó por un par de segundos, las mujeres que lo sostenían lo dejaron caer pesadamente. La sangre tiñó rápidamente el suelo y avanzó lenta y espesa hacia donde mis propias bestias me sometían.

 

 

Ante esta imagen un gritó ahogado de pánico y dolor salió de mi garganta, grito inútil, que sólo hizo que las mujeres pusieran de nuevo su atención en mí. Al igual que con Ricki, la gigante se acerco con la botella en la mano y vacío gran parte del contenido dentro de mi boca, poco faltó para que me asfixiara durante el proceso.

 

 

Una sensación de pesadez llegó a mi cabeza, a mis ojos se les dificultaba enfocar, casi no sentía mi cuerpo, imágenes borrosas y de rostros burlones llegaban a mi cabeza.

 

 

Sentí el peso de la albina sobre mí, borrosa su cara horrible aparecía y desaparecía frente a mis ojos, lo único constante era la pestilente fragancia que despedía su boca, el reflejo del cuchillo en su mano hería mis ojos. Junte fuerzas y en un último esfuerzo físico, cenizas de mi voluntad calcinada, solté mi brazo izquierdo del yugo de mis victimarias, tome el cuello de la horripilante bruja que me interrogaba y amenazaba, tratando de asfixiarla, intentando vengar de un solo golpe todas las humillaciones morales y físicas que nos habían hecho pasar.

 

 

La insignificante mujer, tomo mi brazo y lo jaló lejos de su cuello, sólo pude aferrarme al cristal de cuentas rojas que colgaba de él, arrancándolo de su asqueroso aparador. Lo que encendió más la furia de la mujer encima de mí. Apreté las cuentas de cristal en mis manos y cedí lentamente a los efectos nocivos del licor que me habían dado.

 

Imágenes vagas llegaron a mi cabeza, las voces de las mujeres interrogándome, golpes, gritos, el frío del metal sobre mi cuerpo, y después: nada.

 

 

La luz del sol dio de frente en mi rostro, poco a poco me fui desperezando. En la boca el sabor metálico, amargo, y el olor de mi aliento me revolvió el estómago. Me levanté y camine al baño. Mojé mi cara dos o tres veces. Vi mi rostro frente al espejo, las ojeras profundas que rodeaban mis ojos, revelaban lo inútil que había sido esta noche para mi descanso. Otra noche igual a tantas otras, con las misma maldita pesadilla persiguiéndome una y otra vez, alejando de mi la paz y reposo que hace diez años anhelo.

 

 

Me lave los dientes, dos, tres, cinco veces, hasta que el sabor amargo desapareció de ella. Regresé tambaleándome al cuarto, con el cuerpo doliéndome por la tensión a la que fue sometido durante toda la noche. Busque en el ropero mi navaja de afeitar, y al abrir el primer cajón, un reflejo, pequeño, insignificante, rojo, sangriento, llenó de motas carmín las paredes de mi habitación, tome con mis dedos temblorosos las pequeñas cuentas de cristal, el corazón me latió fuerte, haciendo resonar cada latido en mis oídos.

 

 

Dejé en el fondo del cajón el collar y tomé  rápido la navaja, cerrando bruscamente el cajón que tanto me torturaba, en ese momento, la luz rojiza del cielo matutino de invierno, llenó hasta el último rincón de  mi habitación, haciéndome sentir que flotaba en un mar intangible de sangre. Gire sobre mí mismo y me encamine al baño.   -Descansa en paz Ricki. Descansa en paz.

 

 

LAS MANOS DE LA PIANISTA

 

 

 

Cada noche ocurría lo mismo, el sonido del tren  lo despertaba del ligero sueño, leve e insignificante; carece de la habilidad de entrar con placer y libremente al mundo de las sombras, hace más de 3 o cuatro meses que es así, desde que ella se fue, desde que sus pasos se dejaron de escuchar en la casa, la espesa sombra que proyectaba un cuerpo esbelto ha dejado de rondar por las habitaciones, el reloj calmo y acompasado marca el inútil caminar del tiempo, estéril espera de la somnolencia, martirio constante de las horas nocturnas, infierno insoportable del cansancio diario, mal descansado, jamás liberado. Aun recuerda su caminar, lento y sereno, ligero, flotando más que pisando, ensueños tristes de recuerdos recientes. Se levanta lentamente de la cama, toma el reloj y revisa la hora, trabajo rutinario y vacío, como si el tiempo realmente pasara en esa casa.

 

Toma la decisión, poco sabia, de ir de nuevo  al salón de la casa, resbalando los pies descalzos a través de los pasillos, busca internarse en las sombras negras de su pasado recientemente obscurecido. La larga escalera que conduce del piso de habitaciones al salón de recibimiento resulta espacio pequeño para controlar el cúmulo de recuerdos que se apretujan en su mente, peleando uno con otro el derecho de salir y evocar los momentos que ya se fueron, parece tan poco tiempo y ya olvidó su cara, no logra recordarla, rememora el sonido de los pasos al subir esa misma escalera, la voz dulce al llamarlo por las mañanas, el trajín incesante del cuerpo subiendo y bajando en las noches, cuando cálida y sensual lo amaba jurando que siempre estaría con él, que nunca lo abandonaría, que su amor era eterno, marcado por el destino, en fin, un cuento: de hadas, romántico, real, etiquetas sobran para clasificarlo, pero al fin, un cuento.

 

El piano se distingue entre las sombras, matizado con las luces ligeras que filtran los ventanales de la casa, aburrido, apesadumbrado, sintiendo que los años se le vienen encima, el viejo instrumento reina sobre los demás muebles de la casa, sintiendo como el abandono lo convierte en un objeto más, adorno estéril antes fértil, no hay manos ya que rocen sus teclas, no existen pies que lo obliguen a cantar vibratos, se han dejado de necesitar sus canciones nocturnas, arrullos tiernos que llenaban de vida las paredes de la vieja casa, no se requiere más de su voz vibrante para espantar a las sombras que rondan por la noche.

 

Él se sienta en el banquillo, roza con sus manos las sinuosas curvas de madera, aspira el olor elegante que le habla de años de arte que se esconden tras las tablas, cuerdas y marfil que forman el negro conjunto. Mudo. Ahora mudo.

 

Ambos, sin saberlo, piano y hombre, forman una pareja singular, ambos compartieron durante años el mismo amor, la misma caricia, ambos fueron dueños de la misma alma, los dos fueron tocados por las mismas dulces manos. Juntos disfrutaron con placer, a ojos cerrados, de la impúdica alma que se desnudaba cada noche frente a ellos, uno como participe obligado de la escena, ayudando, compartiendo y a veces, impulsando, los ecos dormidos de esa alma que buscaba un escape donde verter los sentimientos añejos  y pasiones mal curadas que guardaba en el pecho. El otro, mudo testigo que escuchaba con placer cuando la amada anunciaba con música, dulce preludio, la historia sensual y agitada que la opera nocturna en la cama sería.

 

Ambos  extrañan, sufren, recuerdan. En silencio, a oscuras, solos, con los fantasmas de los días idos rondando la casa. Ríen, lloran y maldicen, se envuelven en pasiones inútiles, reviviendo, rumiando y maldiciendo la noche en  que ella se fue.

 

…Todos lo sabían, lo esperaban desde hacía días, meses, incluso años. Cada día al despertar, sorprendidos y felices, jugueteaban, sonrientes ante la dicha de estar juntos otro poco, él, agradecido de tener un día más en su vida a la mujer, la artífice mágica y bohemia que con tonadas dulces y claras armaba la sinfonía que era su vida.

 

La luna llena alumbraba las copas de los árboles, dando tonos grises a las amarillentas hojas, las cuales luchaban incesantemente por mantenerse fijas, amarradas  al árbol, como bebes colgados del pecho materno, intentando vanamente sacar las últimas gotas de jugo, aferrándose por puro y natural instinto a la fuente de la vida, acción lógica, pero vana, el otoño con sus vientos, soplando fuerte e inclemente, carente de compasión o ternura, jalándolas por todos lados, intentando arrancarlas de los brazos de sus amados padres, restregándoles en la cara al resto de sus hermanas muertas, suponiendo que así, poco a poco, cada una de ellas se dará cuenta de lo inútil que es su lucha y más por desazón que por convicción se dejaran caer entregadas a las ráfagas polvosas y sombrías que recorrían cada noche, cada día, los cuerpos gruesos y rugosos de los padres amados.

 

El sonido de las hojas estrellándose en las vidrieras, la voz del viento otoñal, llamando a su hermano, más cruel, más frío y más viejo, el invierno, resonaba entonces. La voz del otoño en las habitaciones de la vieja casa, colándose a través de los vidrios de las ventanas y los bajos de las puertas. Ella, delgada, pálida, tomaba la taza de té en sus manos, caminando graciosamente hacia el piano.

 

-Detesto el invierno.

 

-Aún no estamos en invierno querida, si las cuentas no me fallan… son mediados de otoño.

 

-Casi es lo mismo, frío y viento.

 

-Pero preciosa ¿acaso no disfrutas los colores rojos, amarillos y ocres que reflejan los árboles en la Gran Avenida? ¿No causa placer a tus ojos los tonos rojos y naranjas del cielo que responde con orgullo y valentía a los azotes del viento?

 

-Me gustan los colores, pero el viento frío me hace sentir la proximidad de malos aires en las calles, aires cargados de vengativos espíritus…

 

-Siempre te lo dije, las locuras de tu madre, tarde o temprano te iban a afectar, ¡por Dios mujer! Estamos en plena Era Moderna, el hombre vuela por los aires, viaja a las estrellas, se comunica en segundos de un lado del mundo a otro… y tú todavía crees en señales, malos aires y otras supercherías, no lo logro entender.

 

-Búrlate todo lo que quieras- dijo ella mirando a través de la ventana de la sala, con la mirada triste y perdida en el patio de la casa- pero las cosas son como son, no como deberían ser, a ti te encantaría que yo fuera una mujer científica y racional, pero no lo soy, y si lo fuera no te hubieras enamorado de mi. Dime que no sientes el viento pesado, dime que no escuchas voces que gritan, gimen, lloran, entre las hojas que vuelan en las noches.

 

-No amor –dijo él, cansado, presintiendo una noche tormentosa, no sólo en la calle, sino también en la casa, viéndola recaer en la depresión que la atormentaba- sólo escucho hojas chocar contra las ventanas, empujadas una y otra vez por el viento.

 

Se levantó del sillón donde se hallaba sentado, y camino a pasos ligeros hacia ella, tomándola de la espalda, frotando su mano ligeramente sobre las curvas delgadas e incitantes, la llevo al piano, y sonriéndole la invitó a tocar.

 

-Vamos, toca algo, aleja esos pensamientos locos.-insistió mientras la ayudaba a acomodar la partitura.

 

-No prometo notas alegres.

 

Él forzó la sonrisa y se dispuso a escuchar. Regresó a su sillón y cerró los ojos para disfrutar la melodía. Los primeros acordes sonaron obscuros, era un blues, sencillo, extremadamente simple, una composición que hacía años que su mujer venía escribiendo, intentando perfeccionarla año, tras año. “Mi melodía melancólica” decía ella. Desde el día que la diagnosticaron, se había dedicado a componerla, no era una melodía complicada, incluso él mismo la podría tocar, con lo poco que a través de los años había logrado aprender del instrumento.

 

En su simplicidad -empezando en Re menor- las notas sugerían las tardes de lluvia, invitando a recordar la soledad de las noches, en medio de la madrugada, los callejones oscuros y abandonados de la vieja ciudad, bañada en celestes  gotas, escurriéndose ligera y pudorosa de los excesos del día.

 

Después un cambio a Do mayor, invitaba a caminar bajo los restos llorosos del aguacero, ligero y casi imperceptible, rodeando los callejones peligrosos, observando las sombras, de los borrachos, mendigos y putas que rondan como alimañas las cuarteaduras de las eternas piedras.

 

Luego un Sol menor que obligaba a entrar en un viejo café, de sillas y mesas de madera apolillada, barra alta y paredes sucias, adornadas con viejos afiches. El olor del café fuerte y apabullante introduciéndose a través del cuerpo, el cual,  más que aspirarlo parece absorberlo por cada poro de la piel.

 

Un descenso de la escala, regresando al tono inicial, dando entrada al puente, juego de Re menor y Do mayor, con cambios ligeros en Si y La, haciéndonos sentir el peso de los dolores, pesadillas y recuerdos tristes, que nos llevaron a salir de casa a media noche, en medio de la lluvia, obligándonos a recorrer los viejos caminos empedrados de la ciudad, refugiándonos en este café, donde el resto de la fauna nocturna: intelectuales, amantes y solteronas, se vienen a refugiar, a intentar olvidar por una noche, que son lo que no quieren ser…

 

“Mi melodía melancólica” decía ella, el recuerdo de esa noche lo atrapa, ahora que está sentado en la oscuridad junto al piano, con temor coloca sus dedos sobre la ambivalente dentadura y empieza lentamente a tocar las primeras notas de la triste melodía.

 

Así, entre Do y Re, repasando de memoria una y otra vez la melodía, recordando las hábiles manos que apenas unos meses atrás jugaban alegres sobre el piano, las lágrimas rozando las mejillas y estrellándose sobre los sostenidos, así, poco a poco, fue cayendo en sueños, y doblando la cabeza sobre la cama incomoda y bicolor, esperando el dulce alivio de la mañana.

 

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Son las 8:30 de la noche, acaba de salir de la oficina después de un arduo día de trabajo, la espalda baja y la base del cuello le queman, los músculos tensos todavía por la incómoda posición en la que quedó dormido la madrugada anterior, cobran en este momento la factura.

 

De pie en el estacionamiento del edificio, con las llaves brillando inconstantes entre la penumbra, recarga la cabeza en la camioneta. Duda. No sabe a dónde dirigir sus pasos, su hogar dejó de serlo desde que ella no está, el reposo nocturno no existe desde hace tres o cuatro meses, ya pasó la etapa de quemar la vida y el dinero en los bares, ni el alcohol, ni las apuestas, mucho menos las mujerzuelas han podido llenar su vida vacía.

 

Carlo –su viejo amigo de la infancia- ha dejado varios mensajes, tanto en la contestadora de la casa, como en la oficina, pero no desea verlo, no quiere escuchar palabras de consuelo, le repugna la mirada de compasión en los ojos de los demás, la voz calma y complaciente lo asquea.

 

Así que decide subir a la camioneta y rondar la ciudad, vagando sin rumbo. No es la primera noche que lo hace. Sabe bien que no será la última. Y aunque no desee aceptarlo, en el fondo de su mente sabe que este aparente viaje sin destino, culminará –como siempre- en la oscura estación a la que todos tarde o temprano llegamos.

 

Las luces de la ciudad se alejan, la pequeña luz, insignificante y amarilla que se veía a lo lejos, ahora se ve dolorosamente cerca, el viejo camino, empedrado y mal trazado, de bordes llenos de piedra y manchas de sangre de los animales atropellados, lo guían a la meta inevitable. La enorme reja de hierro, los árboles sombríos y desnudos, las hojas secas que vuelan a su alrededor formando nubes de polvo y basura que le hieren los ojos, el viento inconmovible que no le da un minuto de descanso. Todo le indica que ha llegado. De pie frente a la reja, tratando de mantener cerrado el abrigo, limpiando los ojos del polvo, una lágrima se escapa y él toca el timbre.

 

Una mujer gorda y sucia, acompañada de un viejo perro –cruza de bóxer con algo más- sale a recibirlo. Mujer y animal lo reconocen. Aparentemente ambos sonríen, si es que esto es posible.

 

-¡Señor! Que gusto verlo –dice la sonriente mujer, mostrando una boca donde los dientes frontales no existen y el olor que emana corresponde con la negrura de los dientes restantes- ya se me hacia raro que pasara una semana sin su visita.

 

Y se encaminan ama y can hacia la reja, abriéndola. Él no contesta, instintivamente busca en su bolsillo la cartera, toma dos billetes de  100 pesos y los pone en la gorda mano que se extiende hacia él en afán de saludarlo.

 

-¡Oh que feliz me hace patroncito!, no sabe como ayuda a esta pobre vieja- la gorda se pone melosa- se ve demacrado, debería de comer mejor, no es bueno ese color que está tomando, se ha descuidado mucho…

 

-La lámpara-interrumpe él, frío y desconsiderado.

 

-Acá está, acá está-contesta la mujer, sin inmutarse por la frialdad con la que son recibidos sus comentarios. Agachándose y tomando un vieja linterna que el perro trae colgando del hocico.- ya sabe como prenderla patroncito, la puerta está abierta como siempre, ya sabe, si necesita algo sólo llámeme…

 

Él no espera que termine de darle recomendaciones, prende la vieja linterna y encamina sus pasos a través de las piedras que surgen a su paso, con forma de cruz, ángeles o simples rectángulos, todas con nombres y fechas que dan personalidad a todos los huéspedes de este viejo lugar y  hablan de una existencia ya olvidada.

 

Llega a la puerta de la capilla familiar, ella quería ser enterrada con sus padres y abuelos, sólo por eso accedió a tenerla tan lejos, de haber sido otro su deseo, le habría construido un hermoso jardín de reposo en la casa.

 

Lentamente empuja la puerta metálica, la luz inunda poco a poco la cripta, recortando su sombra sobre las oscuras paredes y el frío piso. A pasos vacilantes se acerca al féretro colocado sobre el nicho, agradece en este momento la costumbre familiar de  no enterrar tras paredes de piedra los ataúdes. Coloca las manos sobre el metálico cajón, el frío le quema la mano. Dolor en el corazón. Crudo. Constante. Renace el recuerdo de aquella noche. La noche.

 

…Empezó a entreabrir los ojos al escuchar los últimos acordes de la melodía tan conocida, la silueta delgada se recortaba entre las luces que las cortinas voluptuosamente dejaban entrar a la casa. Ella voltea y lo mira. No hay pasión en sus ojos, sólo una ternura infinita, más cercana al amor filial que al amor carnal, sin embargo, esa mirada trastorna su mente y lo motiva, lo incita. Se levanta y camina hacia ella, la toma del talle y la besa. Ella no opone resistencia, se entrega desde el principio, sin temores, recelo o pudor. Él sabe que esta noche puede hacer lo que desee con ella. Cualquier cosa. Por primera vez en mucho tiempo, tal vez desde que estuvieron juntos por vez primera, ella se entrega con cristiana benevolencia, como mártir de su fe, sin la más leve oposición, ni siquiera una mirada de desacuerdo.

 

Siente su cintura, besa el largo cuello. Respira la suave fragancia frutal que su cabello despide. Baja las manos y con sobrada experiencia busca el tarro de miel bajo la mesa. Ella ni siquiera oprime los muslos. Lo deja hacer. Completamente. Él, toma las bragas y las saca –no sin ciertas dificultades- las tira sobre el piano y a ella la conduce hacia el sillón. Después se pierden, uno dentro del otro. Y en sí mismos a la vez. Por momentos se tienen, enseguida se pierden, y se vuelven a tener…

 

Los cantos de los primeros gallos de la madrugada lo despiertan, el frío le cala los huesos, las rodillas le duelen, abre los ojos y se encuentra con los parpadeos de la linterna cuyas baterías empiezan a fallar. Se quedó dormido recargado en el féretro. El reloj marca 5:00 a.m, apenas si tiene tiempo de correr a casa, tomar un baño y llegar al trabajo. De nuevo sin desayunar. No importa, hace meses que no siente hambre.

 

Lentamente, soportando los diversos dolores que atacan su cuerpo camina fuera de la cripta, cierra la puerta tras de sí y esquivando las lozas de los diversos sepulcros que empiezan a ser iluminados por las primeras luces de la alborada, llega a la  reja del cementerio, el perro de la veladora -que duerme cerca de la entrada- se despereza al verlo acercarse, instintivamente camina hacia él y toma la linterna de sus manos, sin más interés, el perro se vuelve, perdiéndose entre la pequeña vegetación que conduce a la pocilga que su ama llama hogar.  Él sube a su camioneta y se aleja, con una persistente imagen en su mente.

 

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El día pasó sin complicaciones. Apenas si llegó a tiempo por la mañana a trabajar, sonríe al recordar los ojos de admiración en el rostro de sus empleados. Imagina la triste figura, pálida, ojerosa y delgada que ahora es. Recargado en el asiento de su camioneta, da de vueltas en su mente a la imagen que lo acompaña desde la noche anterior, no es muy diferente a la de otros días, no es distinta a otras que lo rondan desde hace 3 meses. Pero ésta lo ha llenado de esperanza, una leve luz en medio de las sombras que son su vida. Con una sonrisa en el rostro arranca la camioneta, la idea se ha ido volviendo más clara, certera y objetiva a través del día, ahora sabe lo que debe hacer, ahora entiende lo que le falta.

 

…Despierta encima de ella, su piel desnuda calienta la espalda de la mujer que ama. La miel que son los largos cabellos de esta artista dormida entre sus brazos, lo empalaga e invita a probarla de nuevo. Aún falta mucho para que amanezca, duda, despertarla o contemplarla hasta amanecer, como en los primeros años de casados, cuando su felicidad no era tanto el hacerle el amor durante las noches, sino ver el rostro dulce de su esposa, descansar, segura y satisfecha, a su lado.

 

Coloca un beso en la frente de su amada. Frío. ¿Tan frío? Recarga su peso sobre ella e intenta percibir la respiración.

 

-¿Amor?-algo anda mal, el corazón se lo dice- ¡Señora! Estas no son bromas, vamos a pescar un resfriado sino corremos a la cama- la empuja ligeramente y el cuerpo no responde, con pasmosa sorpresa observa la palidez excesiva en la faz de su compañera.

 

Una lágrima rebelde se escapa de sus ojos, después otras más invaden su mirada y le impiden ver con claridad, de un salto se aleja del sillón y tropezando con los muebles corre hacia el teléfono, la ropa tirada cerca del piano y alrededor de él, se le enreda en los pies, tambalea y cae, la frente choca contra el banco y un reguero de sangre caliente baja por su cabeza y se combina con las lágrimas, ansioso, arrastrándose, volviendo a tropezar, alcanza el teléfono y marca a la casa del Doctor.

 

Una voz perezosa y grave contesta. El resto pasa como un huracán frente a sus ojos. El Doctor llegando a casa, él abrazando el cuerpo, sus cuñados intentando quitárselo de las manos, papeles, curas, familiares y flores desfilando burlones frente a él. La puerta de la capilla familiar abriéndose por primera vez ante sus ojos, las sombras de los parientes que depositan el féretro en el fondo y cierran la puerta. Los vientos otoñales rasgando su piel, los ojos cansados de llorar, resintiendo el frío que los zahiere.  La soledad inmensa de la casa. El sonido de la vieja estación del tren. ¿Cuántas veces soñaron con dejarlo todo en un día cualquiera? ¿Cuántas veces al oír el silbato del tren por las noches imaginaron lugares lejanos?

 

“Un corazón débil” diría el Doctor al despedirse de él durante el funeral. ¿Acaso un corazón débil puede crear la música fuerte, pasional y poderosa que sus manos tocaban en el piano? Esas manos que nunca más harán sonar a capricho los acordes que su cuerpo creaba cuando ella, tierna y amorosa lo acariciaba…

 

Detiene la camioneta frente a su casa, entra corriendo, empujando puertas y  tirando cosas, presa de un excitación insana y demente, corre escaleras arriba, registra cuartos y abre cajones, hurga, maldice, grita de felicidad cuando encuentra lo que busca y se revuelve loco de ira cuando su búsqueda se frustra. Media hora después, sudoroso, con la cara enrojecida por el esfuerzo, la casa revuelta, y los ojos extraviados, sale  con un maletín en los brazos, corre hacia el vehículo y parte  a cumplir su oscuro destino.

 

Un perro muerto, tres semáforos ignorados y varias mentadas de madre, son el preludio de su llegada al cementerio. Disminuye la velocidad conforme se acerca a la reja, finalmente, apaga las luces y detiene la camioneta.

 

-Debo tranquilizarme, respirar profundo-tres inspiraciones con sus respectivas expiraciones, mete la mano en el saco y toma el pañuelo de la bolsa interna, se seca el sudor de la frente y de las manos- mantén la cordura, recuerda que nadie lo entendería, tranquilízate, respira despacio.- Guarda el pañuelo en su lugar y baja de la camioneta- ¿Bajo el maletín?-se mantiene de pie junto al vehículo, la luz dentro de la cabina ilumina el demacrado rostro, confiriéndole un aire tétrico- calma, mucha calma, piensa… el maletín levantaría sospechas, déjalo, ya verás como meterlo…

 

Camina hacia la reja, las piernas le tiemblan, con trabajo logra afianzar los pies sobre la tierra, seca las manos en el pantalón, toca.

 

-¡Vaya! Patrón ¿otra vez por aquí?- dice la veladora, mientras camina hacia él, buscando con una mano las llaves en el sucio vestido floreado y con la otra peinando los grasos cabellos negros con mechones canos- no lo esperábamos hoy, ¿no me diga que anda de nuevo tan loco como hace unos meses? No es bueno patroncito, no es nada bueno, a mi no me importa permitirle entrar por las noche -mire que pongo en peligro mi trabajo-  ¡Dios sabe que sé lo que se siente perder al marido! Pero el tiempo cura todo y usted no ayuda mucho que digamos.

 

Él mete la mano y saca la cartera, toma la cuota habitual y la coloca en la mano que trae las llaves. La mujer sonríe satisfecha.

 

-No lo hago por dinero patrón, no crea que es por eso, lo hago porque me parte el corazón verlo sufrir, yo lloré muchas noches cuando mi difunto marido se fue, pero todo pasa…

 

-La lámpara- corta él, tajante el monólogo, irritante por el exceso de hipocresía que acompaña a las palabras de la vieja gorda.

 

-Mi “pastor” no lo esperaba-dice la mujer, sonriendo satisfecha por el ingenio de la ironía-, como ya está viejo sino lo mantengo despierto no ayuda mucho, en un momento le traigo la lámpara.

 

Esta es la oportunidad que él esperaba, sin mostrar la alegría que le ha producido la  noticia, muestra en el rostro una mueca de fastidio y con voz molesta  le dice a la anfitriona.

 

-No despierte al pobre animal, déjelo, traigo una lámpara en el vehículo, métase a dormir que el frío arrecia.

 

-Oh patrón, que bueno y compresivo es usted.

 

-Ultima vez que pasa esto vieja, creo que pago lo suficiente como para que el mínimo trabajo de tener la linterna disponible este siempre hecho.

 

-Oh si Señor- dice la vieja con rostro fingidamente avergonzado- le prometo que es la última vez que esto pasa, pero entienda, no lo esperábamos…

 

Sin ponerle atención, él sale del cementerio y se encamina hacia la camioneta, la vieja lo maldice tres o cuatro veces en voz baja y regresa a su cuartucho en el fondo del camposanto, dispuesta a no volver a salir de la cama aunque el maldito catrín resbale con las lozas y se rompa la cabeza.

 

Sonriente al verla desaparecer, toma el maletín y revisa su contenido, por última vez, a la luz de la cabina. Mentalmente repasa el plan, paso por paso, normalmente no es tan precipitado para actuar, pero esto tiene que ser así, tiene que ser esta noche, mañana, tal vez, por fin pueda dormir.

 

Camino hacia la capilla familiar, esquivando cruces, lapidas y ángeles, piensa en el viejo piano de la casa, imagina que el solitario amigo estaría feliz de acompañarlo esta noche, estar con él en estos momentos, incluso tal vez, ayudarlo.

 

El viento deja de soplar, silencio total, ningún perro que ladre  en los alrededores, a lo lejos, por encima de la barda se pueden percibir las luces de la ciudad, coquetas y risueñas. Las odia. Imagina los rostros sonrientes de las personas que habitan las casas que las luces iluminan, y se ve así mismo en la soledad de su habitación rodeado de sombras, vagando por las noches por los pasillos de la enorme casa, llegando inevitablemente a los pies del piano, que mudo y triste lo acompaña en su sufrir.

 

Abre la puerta de la capilla y entra iluminando el féretro de su mujer, con sumo cuidado coloca en el suelo el maletín, lo abre y saca cinta con la cual bloquea la cerradura de la puerta, impidiendo que esta vaya a cerrar con llave estando el adentro. Después cierra la puerta y coloca tras de ella el maletín para que nadie pueda entrar. Toma un par de velas y las prende. Con paciencia y precisión médica va tomando sus herramientas y colocándolas cerca de sí, en el suelo, en el orden preciso en que supone las va a necesitar.

 

Se levanta y mira hacia el nicho donde se encuentra el féretro en el cual reposa el amado cuerpo de su mujer, tembloroso, toma del suelo la palanca de hierro y de dos golpes bota los seguros del ataúd. Clava en un costado la palanca y hace fuerza, uno, dos, tres empujones después, y la punta del instrumento ya se encuentra dentro de la caja.

 

Tropieza sin querer con una vela, esta se apaga y él suelta la palanca, cayendo ambos al suelo. El sonido del metal al chocar con la piedra le produce un escalofrío. Siente como las gotas de sudor resbalan por su frente, la camisa totalmente pegada al cuerpo. Intenta escuchar con atención, teme que la vieja se haya levantado a espiar, que el perro despierte por el sonido del metal, instintivamente corre hacia las otras velas y las apaga. Totalmente a oscuras dentro de la cripta, tiembla al sentirse más cercano a la muerte de lo que creía estar. 

 

Diez, tal vez quince minutos pasa a oscuras, inmóvil, solamente escuchando su respiración. Ninguna respuesta. Nadie que venga a importunarlo. Toma el encendedor de la bolsa de su camisa, enciende de nuevo las velas y silenciosamente, en cámara lenta, levanta del suelo la barra de metal y la introduce en la pequeña cuarteadura del féretro.

 

Uno, dos, tres, empujones y la tapa levanta un poco. Lo suficiente como para dejar escapar un olor pestilente, con dificultades soporta el estomago revuelto, baja la palanca y arrastrándola a través de la cripta busca un rincón. El chirrido del metal al arrastrar le enchina la piel, recarga la cabeza en una pared y vomita. Se siente mareado. El olor de su propio vomito, conjuntado con el del cadáver lo obliga caminar a pasos largos hacia la puerta. Bastaría con salir unos segundos y regresar. Pero es demasiado peligroso. Regresa a la pared y vomita otras dos veces.

 

Se limpia la boca con la manga del saco. Toma con las dos manos y una nueva decisión la palanca, la clava en el féretro y esta vez basta con un empujón para botar la tapa. Un golpe sordo de metal con piedra y la fetidez del cadáver le permiten saber que finalmente lo ha logrado.

 

Se detiene. Cierra los ojos. No se atreve a ver. Algunos insectos dípteros vuelan fuera y rozan sus orejas al pasar cerca de él. Con las piernas vacilantes, extiende las manos hacia el ataúd y las recarga en el borde. A pasos cortos reduce la distancia entre él y ella. Finalmente abre los ojos.

 

La imagen no podría ser peor. El vestido de seda blanco que le pusieron casi ha desaparecido bajo la acción de los parásitos, el cuerpo está ligeramente hinchado por la acción de la descomposición, la  piel blanca, casi transparente; en el estómago una mancha verdosa.

 

El rostro amado, deformado por la acción de la putrefacción. Algunas larvas salen de los ojos y las comisuras de los labios, quedan todavía insectos volando alrededor de las emanaciones purulentas. Arquea, pero ya no tiene en el estomago que vomitar. Decidido, jala el ataúd que cae estrepitosamente por tierra. Es ahora o nunca. Pone un pie sobre el pecho del cadáver y toma con las dos manos un brazo, la sensación gelatinosa de la carne hinchada y la piel podrida le repugna, pero no hay tiempo de pensar. Jala con desesperación el brazo y  logra sacar el cuerpo del ataúd. Lo arrastra cerca de la puerta. Dejando un rastro de emanaciones purulentas y carne podrida a través de la piedra.

 

Los gusanos están ahora sobre su ropa, con asco sacude la tela y se limpia las manos, de nuevo con el pie encima del pecho de su mujer fractura los brazos a la altura del codo, un crujir de huesos le hace pensar, que tal vez, lo que está haciendo está mal. Sin embargo la idea está demasiado fija desde la noche anterior como para hacerle caso en este momento a la conciencia. El esfuerzo para fracturar los brazos le provoca  palpitaciones en la cabeza. Puede escuchar su corazón latir. Las manos están totalmente cubiertas de pus y rastros de carne podrida. Difícilmente controla su respiración, hiperventila, más cerca del desmayo que del éxito. Lejos de la cordura.

 

Toma el enorme machete de cocina, la cuchilla brilla con resplandores amarillos a luz de las  velas. Por un momento se detiene y ve su reflejo en la larga hoja de metal. Al menos debe ser su reflejo, aunque no se reconoce. Levanta el machete por sobre su cabeza y violentamente descarga el golpe sobre el brazo inerte de su mujer. El primer golpe salpica de pus su ropa y cara. El olor se vuelve insoportable. Se siente mareado. El segundo golpe llega al hueso. No hay un tercer golpe.

 

Amputa con igual destreza la otra mano, cortando exactamente a la altura de la muñeca. Toma el frasco de cristal lleno de alcohol  y coloca en él las manos. Se levanta y observa el cadáver amputado tirado sobre el suelo. Hace 4 meses, ayer mismo, 30 minutos antes, era aún su esposa. Ahora sólo es un pedazo de carne pestilente regado por el suelo. Se acerca a la puerta y corta con la misma arma la cinta, dejando libre la cerradura. De una patada  apaga las velas. Toma entre los brazos el frasco de cristal que contiene las manos amadas.  Cierra la puerta y escucha  caer el seguro mientras corre.

 

La noche anterior se había dado cuenta de todo, el amor que ella provocaba, el piano cantando por las noches, las caricias tiernas de los días lluviosos y pasionales, de las noches calurosas, las cartas de amor durante el noviazgo, el primer desayuno en la cama. El medio de expresión único y total de la esencia, el espíritu, alma, corazón y vida de su mujer, eran las manos. Recuperándolas, ella estaría de vuelta. Para siempre. Sin fin, sin dolorosas separaciones. Un hermoso y eterno cuento de hadas.

 

Sonriente, con su tesoro en las manos, corre a través de las sepulturas, saltando y esquivando piedras, rasgándose la sucia ropa con los matorrales, abre la reja del panteón ante las últimas estrellas que curiosas se asoman a verlo, sube triunfal a la camioneta. El canto del gallo anuncia la llegada de la mañana y el sonido del motor al echar a andar le recuerda que es hora de ir a casa.

 

 

EN TREN.

Para mi Abuela, Ernestina Ballesteros Bolaños.

Porque lo vivió.

 

“Hay muertos que no hacen ruido Llorona

y es más grande su penar…”

 

Octavio no rebasaba los cuatro años, tampoco rebasaba los 90 centímetros mínimos que se le exigían en las tablas de pesos y medidas que la secretaría de salud repartía  en todas las clínicas, junto con paquetes de gasas esterilizadas, alcohol y aspirinas. Octavio no era un niño diferente al resto de los niños del pueblo, pequeño, moreno, de cabello negro y ensortijado, con unos hermosos ojos marrones, grandes y profundos, que cuando te miraban parecía que te traspasaban y cuando sonreía iluminaban la habitación, aun por encima de la tenue luz del quinqué y las velas.

 

Actualmente, en México existen comunidades perdidas, en medio de la sierra, allá donde los programas sociales no llegan, y que cuando llegan es poco lo que pueden hacer, porque es mucho lo que se necesita. Hace 70 años, la situación no se restringía a poblaciones perdidas en medio de la nada, cualquier población fuera de las capitales de los estados, era una isla perdida de miseria, ignorancia y olvido.

 

Sin embargo, mi abuela decía que vivían felices, que la vida y la muerte eran amigas, pues eran entendidas como dos caras de una misma moneda, inicio y fin de una misma historia, eventos naturales, inevitables y consecuentes. Al igual que la ignorancia y el hambre, por lo menos, así era como ella lo había aprendido, desde que perdió a su madre a los 6 años y a su padre  a los 15. Y no había ninguna razón para quejarse, pues eso era la vida.

 

Octavio era su cuarto hijo, y aun ahora, siento que el favorito, creo intuir que por ese par de ojazos a los que una madre difícilmente se podría resistir o tal vez por la sonrisa fácil a la que recurría con frecuencia, para deleite de mi vieja, de mis tías y del gruñón que era mi abuelo.

 

II

 

Los días empezaban muy temprano en el pueblo, a las cuatro de la mañana mi vieja ya estaba de pie, la casa de la familia se encontraba a una calle de la plaza principal y a dos del apantle de agua, la abuela contaba que no existía ruido más esperanzador al abrir los ojos que el de la robusta corriente de agua, clara y brillante que descendía por el pequeño canal, decía que el liquido alimentaba el cuerpo, pero el cauce con su vida, movimiento, alimentaba el espíritu. A esa hora mi vieja salía con las cubetas en mano a recoger el agua para beber y cocinar, de cuatro a cinco iba y venía, haciendo viajes con pesadas cubetas de 20 litros. Cuando era invierno clareaba temprano, los cielos se teñían de un ligero color naranja, puesto que en aquella zona de Oaxaca el frío más que un mito es un perfecto desconocido.

 

A las cinco la abuela sacaba de la cama a mis tías para que la ayudaran, una molía el maíz, la otra lo amasaba y finalmente una más echaba las tortillas, mientras la vigilante madre ponía en orden la ropa del abuelo, que no tardaría en salir del baño y aún con el torso húmedo y desnudo exigiría su desayuno.

 

Octavio era el último en levantarse, cuando todos estaban terminando de desayunar, cuando mi viejo preparaba a sus peones para ir a los campos, cuando mis tías salían a correr por el gran patio de tierra que tenía como centro el enorme árbol de mango que algún viejo pariente, ya olvidado había plantado en un posible dejo filosófico o como recuerdo para la familia, de que el alimento provenía de los frutos de ese árbol. Pues los campos de mi viejo eran hermosas extensiones de tierra, perfectamente divididas por largas líneas de árboles de mango. “Dispara una bala, decía mi abuelo, que llegue lo más lejos que puedas, allá donde caiga termina nuestra tierra” Aún ahora, no sé si lo que decía era provocado por un momento de soberbia frente al nieto citadino o la realidad de la extensión de las posesiones que un día fueron suyas.

 

Mi vieja sentaba a Octavio en sus piernas, y lo alimentaba con atole de maíz y frijoles, a veces un huevito cocido y mucha fruta de los campos de la familia, las hermanas esperaban ansiosas el final del proceso de alimentación y acicalamiento del único hombre de la familia, urgidas por empezar el consabido juego en el que el pequeño niño fungía como muñeco al que podían cargar, vestir, adornar y alimentar, de tamaño perfecto para interactuar con aquella a la que le tocara jugar el roll de madre ese día.

 

Mi abuela, pegada al fogón, preparando la comida que debía llevar hasta el campo para su marido y trabajadores, observaba atenta la evolución de los juegos, supervisando que el niño de sus ojos no pasara mucho tiempo en brazos de las hermanas, porque se “embracilaba” termino que designaba a un niño que no deseaba estar más que en brazos, que no fuera muy consentido porque se “enchipilaba” palabra que designa a un niño que se enferma por exceso de atenciones o a veces por razones contrarias, la mirada pesada de algún visitante o porque alguien se quedo con ganas de cargarlo o…

 

Sí, era una época de mitos e ignorancia, en un lugar donde la inocencia se confundía peligrosamente con la displicencia.

 

Octavio jugaba aquella mañana en medio del patio, rodeado por sus hermanas que se perseguían, hacia pastelitos de tierra que ponía en orden uno tras otro para terminar destruyéndolos de un manotazo, salpicando a la niña más cercana o llenándose el mismo cara y cuerpo de tierra, la sonora carcajada era indicio de que el trabajo que le implicaba construir los pequeños montones de tierra era trabajo bien remunerado al sentir la áspera tierra seca rozándole el rostro.

 

-Mari, me lele aquí – le dijo a la mayor de sus hermanas.

-¿Te duele la panza? A ver sino te empachas…¿Elo te ha estado dando mangos verdes de nuevo?

Un movimiento de cabeza negativo.

-Te sobo: sana sana colita de rana, sino sanas hoy sanarás mañana…

-¡sino cuando te dé la gana!-gritaron las otras dos niñas jalando a Mari para continuar con el juego.

 

Octavio se quedo en medio del griterío, viéndolas correr de un lado a otro, frotándose con la manita la pequeña panza, sintiendo cosas que le daban miedo y dolor, pero que la visión de sus hermanas con sus cantos, risas y juegos le hacían olvidar.

 

III

 

-Mamá, el nene me dijo hoy en la mañana que le dolía la panza

-Seguramente tu hermana le volvió a dar mangos verdes.

-Fue lo mismo que le pregunté mamá, pero el nene dice que no.

-¿Qué va a saber él? Ya se da cuenta de que cada vez que Elo le hace alguna maldad pasa por los palos, y ¡como la quiere el chamaco! Pese a todo lo que le hace, sufre cuando tu padre la pone en orden.

-Pero yo le creo mamá, a mi me habría dicho la verdad, además después de la ultima tunda, no creo que Elo se atreva a molestar al nene, por lo menos no en un par de días.

-Eso sí, ¡ay esa hija mía!, en cuanto se le pase el sabor de los palos volverá  a hacer alguna de las suyas.

-Es que está chiquita mamá…

 

La abuela se quedo callada y no contestó a la justificación de mi tía Mari, pensaba en el futuro y en los palos que debería de darle a Elo si deseaba que no siguiera con esa mala cabeza. Le dolía pensar en el asunto, pero le dolía más imaginar lo que pasaría sino lo hacía.

 

-Mami, me lele aquí-dijo Octavio señalándole la pancita, comenzando a llorar y a sorber mocos- me lele, me lele, me lele.

 

Mi vieja se levantó de la cama tratando de no despertar a mi abuelo, sacó a María de la cama.

 

-Corre, ve con doña Paulita, a ver si tiene un manojo de yerbabuena y otro de manzanilla, a tu hermano le sigue doliendo el estómago.

 

María, medio adormilada se echó un chal encima  y tanteando la oscuridad salió del cuarto, tambaleándose calle abajo a la casa de Paulita, la curandera del pueblo.

 

-Mañana temprano, llevas al niño con Paulita, el té está bien para quitarle el dolor en la noche, pero se lo llevas y que le quite el empacho –dijo el abuelo seguro del diagnostico y orgullosamente dadivoso desde la cama.

-Si, después del desayuno lo llevo con Paulita y después a la iglesia para que la virgen de la Soledad me lo bendiga.

-Prométele una misa, pero que me lo deje bien, porque esos empachos tan seguidos me lo están dejando todo flaco, ninguna vieja lo va a querer así como se está poniendo, todo gris  de la cara, con esas ojeras tan feas.

-Ya duérmete, ya pasa de media noche, casi cae el sereno.

 

El viejo se acomodo en la cama y se tapo la cabeza para que luz del quinqué no lo molestara.

 

 

IV

 

-Primero una friega con ruda Tinita, después un lavado de palo mulato y verás que en menos de una semana ya lo tienes latoso y correlón como siempre…

 

Doña Paulita era amiga de mi abuela, la había cobijado y apoyado cuando se había quedado huérfana y cuando las familias la despreciaron por casarse con el abuelo fue de las pocas que le tendió la mano. Paulita fungía como partera del pueblo, era la persona más solicitada, aunque eso le pesase al cura y al doctor de la clínica. Curaba desde un corazón roto hasta el empacho, desde el mal de ojo hasta los dolores de muelas. Se le buscaba para dar consejo, curar a los niños, bendecir los negocios y hacer limpias.

 

Con frecuencia en el pueblo estallaban los gritos cuando el viejo doctor asignado a la clínica se cruzaba con Paulita, el par de vejetes se veían a lo lejos con mirada de rencor, y ya fuera el uno o la otra, corrían al encuentro con la frase sarcástica en la boca, terminando a mentadas de madre y aún cuando la gente los separaba, arrastrando calle arriba o abajo según a casa de quien se fuera, los gritos continuaban:

-¡Bruja!

-¡Matasanos!

-¡Ignorante!

-¡Payaso!

-¡mentirosa!

-¡ladrón!

No siempre en el mismo orden pero sí con la misma intensidad.

 

Con el cura había una relación de lejano respeto, el joven sacerdote era más listo y menos obcecado que el viejo medico y sabía que las costumbres de aquella comunidad eran tan antiguas como la religión que él profesaba, así que entrar en lucha contra algo tan viejo le parecía molesto e innecesario, finalmente la vieja bruja ya estaba muy entrada en años, esperaría pacientemente su muerte para poder iniciar sin competencia con su sagrado ministerio.

 

 

-Paulita, ¿Por qué se sigue poniendo malo de la panza?

-Pues mira, yo creo que alguien le debió hacer ojo, estoy casi segura que son las envidias, a Julian no le ha ido tan mal con los campos, esas cosas te buscan envidias, y los más chiquitos son los que recogen todas las porquerías de la gente en la calle, no lo pueden evitar.

-Saliendo de aquí voy a ir con el cura para que en una misa especial le pida a la virgen la salud de mi niño.

-Eso me parece muy bien, porque sin la intervención de la gran señora y el permiso del padre, yo no podría hacer esto…haríamos muy buena mancuerna ese curita y yo, pero no lo logro convencer de que trabajamos del mismo lado, dice que todos mis cacharros, yerbas y creencias son sólo fantasía y que si el diablo no ha venido a buscarme es porque yo no tardo en ir corriendo a él.

 

Octavio se retorcía de dolor en el piso del baño de Paulita mientras le dejaban ir el lavado palo mulato.

 

-¿Qué no tiene fiebre mi hijo Paulita?

-Pues tal vez, pero no te preocupes, con el lavado se le quita.

 

Esa tarde mi abuela se entrevistó con el cura y le dejó pagada una misa y un Te Deum, algo no iba bien con el niño, en sus entrañas lo sabía, pero no sabía que más hacer, estuvo casi tentada de visitar al Doctor, pero ya antes el viejo había revisado al niño y le dijo que  seguramente la infección del estómago era por meterse las manos sucias a la boca cuando jugaba.

 

-Viejo loco, todos los niños del pueblo juegan en la tierra, todos se chupan los dedos cuando juegan y sólo mi niño vuelve el estómago cada quince días.-pensaba mi abuela mientras caminaba de regreso a la casa, agitando la cabeza negativamente para sacar la estúpida idea de visitar al galeno.

 

 

 

V

 

La mañana de ese domingo, Octavio amaneció ardiendo en fiebre, la diarrea de los días anteriores lo estaba dejando flaco, no se levantaba de la cama, sólo levantaba la cabeza para tomar agua y beber el suero de arroz que mi viejita le preparaba para hidratarlo.

 

Mi abuelo, seco, callado, se sentaba en las noches en la esquina del cuarto, no decía nada, sólo podías distinguir su preocupación en el fondo de sus oscuros ojos y en el mal humor que privaba en él desde que el niño había empeorado, incluso había llevado al médico a ver al niño, le había pagado al desgraciado un precio de oro porque preparara sus pócimas, las cuales no habían hecho ningún efecto, incluso había ido a la iglesia del pueblo a prometerle de rodillas a la virgen que si Octavio se ponía bien, nunca más lo vería entrar a la cantina del pueblo, ni siquiera para saludar a su compadre o hacer negocio con los comerciantes de la capital que ocupaban el lugar como centro de negocios. Pero que la virgen le salvara al niño.

 

-Me voy Julian –la voz de mi abuela sonó segura, fría y poderosa en medio de la habitación en penumbra. Las tres palabras eran como una sentencia de muerte, mi viejo no toleraría ninguna insurrección de su mujer y seguramente vendría una paliza por decir blasfemias, pero había dejado de temerle, en su corazón había tomado una decisión y mataría o moriría por llevarla a cabo.

-¿Adonde piensas ir?- dijo el hombre, tranquilo, desgastado por las noches de desvelo y el esfuerzo de conservar permanentemente la ecuanimidad y no mostrar ningún tipo de emoción, que en un hombre como él, educado en aquella forma, podría parecer debilidad.

-Me voy a Puebla, así como está el niño, lo más lejos que creo llegar es a Tehuacán, pero estoy segura de que encontraré mejores médicos allá que acá, necesito dinero, voy a buscar un hospital.-se plantó frente a él, sin mirada altiva, pero mirando a los ojos, esperando el golpe y dispuesta a luchar por la vida de su hijo.

 

Mi viejo se levantó de la silla de madera y caminó a la cómoda donde guardaban la ropa y sobre la que estaba toda imaginería católica de la familia, algunas de aquellas con más de 100 años de antigüedad. Se santiguó frente a los íconos y abriendo uno de los cajones altos sacó un fajo de billetes.

 

-No tengo más, eso te debe alcanzar para vivir una semana en Tehuacán con el niño, mañana mismo busco comprador para la cosecha de la Bajada.

-Pero todavía le falta…

-Por eso la voy a abaratar, sólo así tendré el dinero rápido.

 

El tren pasaba casi a las doce de la noche, así que debían darse prisa, mi abuela envolvió a Octavio en el rebozo y sin más equipaje se echo a correr con el mi abuelo cuidándole los pasos tras de ella.

 

A las seis de la mañana bajaba en la estación de Tehuacán y buscaba un carro que la quisiera llevar al hospital más cercano. Comparado con el pueblo, aquel lugar era una gran ciudad donde una mujer de campo se enfrentaba a más riesgos de los que había vivido toda su vida.

 

Llego con Octavio en brazos, apestando a vómito y diarrea, tembloroso y extraviado por la fiebre. Los médicos fueron duros, la regañaron por dejar pasar el tiempo, le dijeron que la enfermedad del niño era su culpa, por ser sucia, descuidada  y mala madre. Que si el niño moría llamarían a la policía, porque la enfermedad del pequeño se podía haber evitado, que era muy fácil de curar y por la falta de capacidad y calidad de mi abuela como madre el niño moriría.

 

Mi vieja de rodillas y con las lágrimas en los ojos le pidió a los doctores, que llamarán a la policía si querían, que la enviarán a la cárcel en ese mismo momento, pero que por favor le salvaran la vida a su hijo.

 

Dos noches pasó mi vieja al lado de la cama de mi pequeño tío Octavio, la madrugada de la última, mi tío abrió los ojos y tomo la cabeza de su madre entre las manos:

 

-No llore mamá.

-No lloro hijo, estaba cabeceando un rato, estaba cansada, pero ahora que te veo hablar ya me siento más contenta.

-No llore mamá

-No lloro hijo, de verdad, mira tócame la cara, no tengo lágrimas

-Soñé con el niño, me dijo que no llore mamá.

Entre el sueño y el cansancio mi vieja no entendió así que sonrió fingiendo que el comentario le resultaba simpático.

-El niño me dijo que no llore mamá, yo tampoco quiero que llore mamá.

-¿Cuál niño hijo? ¿Abelito? ¿El hijo de la vecina? ¿Efren? ¿tu primo?

-No, no, el niño, el de la casa, el niño con el que voy, que no llore mamá.

En ese momento el pequeño Octavio tomó la mano de mi abuela y le sonrío, un temblor recorrió el cuerpo de ambos, la madre recordaba que sobre la cómoda de la casa había una imagen del Santo Niño de Atocha y el pequeño enfermo con la mirada perdida en el techo, sonriente, lanzaba al viento su último suspiro.

-No llore mamá- repitió mi abuela una y otra vez besando las manos y el rostro de su hijo muerto- no llore mamá, no llore mamá.

 

VI

 

Con algunas lagrimas escurriendo de sus ojos, mi vieja se levantó y camino hacia el pasillo, busco un teléfono y llamó a la cabina del pueblo.

 

-Dígale a mi marido que tomaré el tren de hoy en la noche-aguantando el llanto, poniendo firmeza en la voz- que me espere en la estación, con algo abrigador para cubrir al niño, por las prisas no me saqué nada de ropa, que sino ha vendido la cosecha no lo haga ya, no hace falta.

 

Cuando regresó a la habitación la enfermera cubría con la sábana el cuerpo de Octavio.

 

-Lo siento mucho madre.

 Sólo una inclinación de cabeza y una lágrima como respuesta.

-Debo llamar al médico, debe levantar el certificado de defunción, ¿quieres verlo por última vez madre? Porque lo vamos a llevar a otro lado, a donde se pone los muertos para que no se echen a perder, en lo que terminan los médicos de hacer los papeles.

Sin respuesta.

-¿Ya hablaste con tu marido? ¿con alguien de tu familia? El doctor Zárate no es mala persona, pero si creo que llame a la policía, tu hijo murió de disentería, eso da por no tener limpias las cosas en la casa, comida sucia, agua sucia, manos sucias.

-Manos sucias- repitió mi abuela.

 

En estos momentos trato de pensar qué pudo motivar a la enfermera a arriesgar el trabajo y la libertad como lo hizo, tal vez fue el profundo dolor que vio en mi vieja, tal vez el estoico valor que su personalidad reflejaba. Pero esa tarde antes de la llegada del médico, lavó el cadáver de mi tío Octavio, lo vistió y lo envolvió en sábanas limpias. Llamó a un carro y puso el cuerpo en manos de la mujer que lo había parido.

 

-Corre madre, ten cuidado porque en cuanto el doctor Zárate se de cuenta se va a lanzar como perro tras de ti, él no entiende, él no puede ver, te cree culpable…

 

Ernestina subió al carro, cuando el chofer volteo a saludarla ella mecía a su hijo y le cantaba una nana.

 

-Está dormido, estuvo muy enfermito, pero ya está bien.

-¿Adonde vamos patrona?

-A la estación

-¿No es usted de aquí?

-No, vengo de Oaxaca.

-Un viaje muy largo para un niño enfermo, debió estar muy mal.

-Pero gracias a Dios ya esta bien…

-Si se ve, duerme muy tranquilito el inocente.

 

La madre siguió arrullando al niño para que el chofer no se diera cuenta de nada.

 

Llegando a la estación esperó sentada sentía un dolor en la boca del estómago, llevaba más de 24 horas sin comer, pero para su adentros pensaba que era el sufrimiento de ver al hijo muerto lo que le estaba comiendo las entrañas, sin decirlo en voz alta, deseo que se la comiera rápido para terminar pronto con aquello.

 

Pasándose la mano por la frente intentó borrar esos pecaminosos pensamientos, todavía tenía la obligación de llevar al niño y entregárselo en brazos al padre, enterrarlo cristianamente en su pueblo, rezar muchos rosarios por su alma.

 

La imagen conocida de un hombre en la puerta de la estación de trenes la sacó de sus pensamientos, dos gendarmes detrás de él. El doctor y la policía. No podían detenerla, Octavio debía descansar en la tierra de sus padres, Julian jamás le perdonaría no haberle llevado al niño.

 

Tapándose la cabeza con el rebozo  camino entre la gente hasta llegar junto a una mujer que cuidaba cajas de fruta y paquetes de diversas mercancías.

 

-Véndeme ese petate

-¿Para qué lo quieres? Si se ve que ya no te acuerdas de cómo usarlo.

-Véndeme el petate

-¿Dónde lo vas a cargar si llevas al niño en brazos?

 

Instintivamente mi vieja supo que podía confiar en esa mujer y lentamente descubrió el rostro del niño tomando la mano de vendedora la acerco para que sintiera el cuerpo frio y  le puso la mano encima de la nariz donde aliento ya no había.

 

-Por caridad te pido, véndeme el petate, mira que esos me quieren quitar a mi hijo.

 

-Antonio, ven aquí muchacho – llamó la vendedora-cuídame la mercancía y si viene mi hermana que suba al tren las cosas lo más pronto posible.

 

Recogió del suelo el petate y un manojo de flores, tomo a mi abuela del brazo y la llevo a los baños.

 

-Rápido mujer, enrolla a tu  niño en el petate y si donde queden ranuras métele flores. Siempre revisan los paquetes pero no creo que este les cause mucha curiosidad, pero si nos atrapan seguro nos mandan a la cárcel, es muy grave eso de andar cargando cadáveres de aquí para allá.

 

Armaron el paquete y la abuela se echó al hombro  el cadáver del hijo.

 

-¿Dónde andas Martina? Si no te apuras el tren nos deja-le gritaron a la vendedora.

-Aquí con la comadrita, nos ganó la plática y ya nos estábamos quedando en el baño.-

 

La hermana le echo una mirada de duda, pero confiada en la buena cabeza de su hermana, apechugó y le siguió el juego.

 

La policía revisaba a las mujeres en la sala de espera, revisando a los niños, molestando a los que se encontraban dormidos, algunas madres protestaban, otras, temerosas preguntaban los motivos de la inspección, Ernestina, le hablaba al bulto a su espalda.

 

-Te juro que te voy a llevar con tu papá, ten calma, ten calma, te prometo que primero me matan antes de dejarte aquí, sólo ten calma mi amor.

 

El silbato del tren llamó los pasajeros a abordar, la vendedora y su hermana apuraron al joven Antonio para que subiera los últimos paquetes, llevando a mi abuela del brazo, con la mirada extraviada, la sentaron junto a ellas y la vendedora le quito el bulto de la espalda.

 

-Tienes que ponerlo en el suelo, no puedes llevarlo en los brazos, ponlo debajo de tu asiento, pero no debes llevarlo en los brazos. Sería raro. Déjalo en el suelo junto a los demás bultos, debajo de tu asiento, así les va a dar flojera revisarlo.

 

Las seis horas de viaje transcurrieron casi sin sobresaltos, la preocupación de la vendedora era que por el calor, el cuerpo apestara más rápido de lo planeado y el olor las descubriera. Ernestina sólo hablaba en voz baja pidiéndole perdón al niño por llevarlo así, como un bulto olvidado.

 

Llegando a la estación mi abuela bajó con el bulto a cuestas y se metió de nuevo en el baño para desenrollar el cuerpo y lo colocó en su rebozó, acunándolo y cuando pasaba alguien cerca le arrullaba porque todos en el pueblo la conocían y todos deseaban ver al niño que suponían curado. 

 

Julian llegó en un coche de alquiler por ella, la distancia entre la estación y la casa era ridícula, pero el hombre estaba sinceramente preocupado por su hijo y no deseaba ningún riesgo para su traslado, esperanzado corrió al encuentro de la esposa y del hijo amado.

 

-Dios los bendiga. Qué bueno que ya están de regreso, si se quedaban otros dos días pensaba dejar a las niñas con la vecina y salir a Tehuacán para acompañarlos.

 

Conociendo el amor que su marido sentía por el niño y lo difícil del carácter de aquel hombre, mi vieja tomó una decisión.

 

-Baja la voz, lo vas a despertar.

-Descúbrelo, déjame verlo, pobrecito ha de venir más flaco.

-No puedo –tragó saliva- no ves que le puede hacer daño el cambio de aires.

 

Julian levanto los hombros, estaba contento de tener al niño de regreso, asi que por más que Ernestina le faltara al respeto con esa estúpida negativa, no tenía ganas de pelear ese día.

 

-Bueno, vamos, afuera esta el carro, le pedí a Don Ramiro que me trajera.

 

Las piernas le temblaron a mi abuela.

 

-¿Por qué Ramiro es un metiche?

-Pues se interesa por el niño.

 

Subiendo al carro Ramiro interrogó a Ernestina sobre todo, los médicos, las medicinas, Tehuacan, dio su opinión sobre las enfermedades, las medicinas y las enfermeras, todo en menos de diez minutos. Cuando se acercaban a la casa finalmente  frenó el carro y propuso lo que mi abuela tanto temía

 

-Tina déjame ver al niño, que bien podría ser mi ahijado, deseo verlo y darle la bendición.

-Es que no es buena idea, ya te imaginaras, viene muy cansado y se puede enfermar por el cambio de aires.

-Deja que Ramiro vea al niño, que bien podría ser su padrino y tal lo sea algún día.

 

Cansada de mentir, sin más ánimos de fingir, mi abuela descubrió la cabeza de su hijo muerto. El rigor mortis era ya completo, la palidez total y frío al tacto. Tenía moretones en las mejillas, frente y cuello por la sangre estancada que había sido presionada por el traslado.

 

No había forma de ocultar la verdad, Ramiro pasó saliva y volteo hacia el frente, mi abuelo tocó a su hijo muerto y con ojos desencajados, “de loco” me contaría mi abuela, saltó del auto en movimiento, perdiéndose entre las calles del pueblo. Jamás volvería a ser el mismo hombre, apareció quince días después llegó una noche, ebrio, un estado físico y mental que dejaría pocas veces en su vida futura.

 

Mi abuela enterró a su hijo en el cementerio del pueblo, tranquila porque había cumplido su promesa, que su padre lo viera por última vez y cubrirlo con la seca tierra del pueblo que lo vio nacer. Esa noche por fin, mi vieja pudo llorar a su hijo. Encerrada en las paredes de ladrillo y el techo de viga de la vieja casa.

 

 

Así me lo contó, así lo he escrito. Octavio, descansa en paz. 

 

EL ENGAÑO

 

Capitulo I.

 Gossip

 

A ciencia cierta, no estoy muy seguro de cómo llegué aquí, a través de las rejas puedo ver el cielo, nubes densas en medio de la noche, estrellas titilantes tragadas por enormes volutas de humo, un olor a carbón me rodea y una sensación de movimiento constante, el suelo de madera húmeda, quiero pensar que es agua.

 

Una enorme y pesada cadena rodea mi cintura y me ata a una argolla empotrada en la pared, tengo la boca seca, las piernas y los brazos entumidos. Un mareo ligero cuando trato de voltear y una tremenda dificultad para enfocar mi entorno.

 

Observo el cielo a través de las rejas, la pequeña ventana me permite ver el raudo correr de la maquina, por la velocidad, el poco traqueteo y el ruido grave de los motores, puedo jurar que es una steamdream182, un hermoso monstruo volador de 392 metros de eslora y  56 metros de manga, cuatro potentes alas,  dos por costado que se transforman en velámenes al amarizar. Dos motores  y cuatro calderas gigantes para alimentarlos. Los preferidos de las navieras intercolonias y de los aeropiratas…

Aeropiratas. ¡oh! Ahora recuerdo. El Caliz y La Rosa fue tomado por aeropiratas. La primera luna de lluvias, no supimos de donde salieron, los motores del steamdream182 que los trajo a nosotros eran un ruido más dentro de la furia de la primera tormenta de la temporada, apenas si había una visibilidad superior a 20 metros, el viento soplaba fuerte del sur y el idiota del Capitan Horacio se negó a amarizar y continuar el viaje en el oceáno. Mi hermoso Caliz y Rosa, medía 45.2 metros de eslora, un vaporcillo rápido con dos  ruedas de paletas en cada costado que funcionaban como hélices para equilibrio vertical y que al amarizar se colocaban a los lados de la popa e impulsaban la nave. Un lujo en el cielo y en el mar, practico, rápido y casi, casi  invisible…

 

-¿Cómo carajo nos descubrieron? Sabían nuestra ruta, alguien nos vendió.

 

-Eso es un hecho Preso-joven

 

La voz metalica con dejos infantiles me asustó tanto que casi me desmayo.

 

-¿Quién carajo eres? ¿Dónde estás? ¿Dónde estoy? ¿Por qué me trajeron aquí? Muéstrate.

 

-Muchas preguntas Preso-joven, difícil para Ser asimilarlas, ¿existe algún parámetro de prioridad?

 

-¿Dónde estoy?

 

-Celda 9, tercera cubierta, la nave es La Diosa del mar y el cielo. Modelo Steamdream182.  Capitana Susan Sweet Hearth. ¿desea las especificaciones de la nave?

 

-No, conozco el modelo, ¿por qué me trajeron aquí?

 

-Ser no puede procesar la pregunta, carezco de los datos y aunque los tuviera estaría restringido para decirlos.

 

-Supongo que eres un robot.

 

-Ser es  un animobot.

 

-No veo la diferencia.

 

-El robot no posee inteligencia reflexiva, sus reacciones son mecánicas y programadas, el animobot, piensa y construye su propio conocimiento a través de la experiencia. Se dice que algunos han desarrollado tal complejidad de bases de datos que han logrado demostrar emociones humanas. Ser no piensa así. La emoción es una sensación y nuestros órganos externos nos impiden tener sensaciones. Por lo tanto es imposible desarrollarlas internamente. Aún poseyendo todos los datos de cómo se forman, cómo se desarrollan, sus causas y efectos...

 

-¡Por Aur! cállate, tu parloteo me harta.

 

-Sólo deseaba complacer a Preso-joven

 

-Me llamo Anton De Cruz, no Preso-joven.

 

-El dato ya ha sido procesado con anterioridad, sin embargo su estatus me impide llamarlo por su nombre. Me disculpo si dicho contratiempo significa una molestia para usted.

 

-¿Dónde te escondes? Muéstrate es una orden.

 

Dos pequeños ojos de brillo amarillo se encendieron en una esquina de la celda, estaban apenas 30 o 40 centimetros por encima del suelo. Aunque insignificantes, ese par de ojos iluminaron lo suficiente como para distinguir el cuerpo antropomorfo de un ser metalico, con una enorme cabeza en forma de chimenea y un cuerpo cilíndrico del cual salian unas extremidades delgadas. Dos grandes pies metalicos y unas pequeñas manos de 4 dedos.

 

-No eres precisamente una obra de arte.

 

-Ser es un animobot, un ente  tecnológico que piensa y construye su propio…

 

-Oh por Aur, no empieces de nuevo. ¿Tienes algo parecido a un nombre?

 

-Ser es un animobot modelo  Pi-n0-c2, con número de serie 1979AB12, elaborado por industrias As1-M0-V en el cuarto año de la revolución del vapor y las ciencias ocultas.

 

-¿Tu ama te llama de alguna forma?

 

-La Capitana me llama “Lata de porquería” la mayor parte del tiempo.

Rio. Sin complejos, sin precupaciones, rio hasta sentir dolor en el estómago y llanto en los ojos, rio porque no puedo hacer otra cosa, rio porque soy muy orgulloso para llorar y desesperarme como una histérica.

 

-Bien, me agradas, te llamaré Gossip.

 

-Dato procesado, Ser utilizará dicho sustantivo cuando interactúe con Preso-joven.

 

-¿Qué haces aquí Gossip?

 

-Gossip fue enviado por la Capitana para vigilar el despertar de Preso-joven, después de analizar su estado mental y físico, Gossip debe presentar un informe. Gossip se despide. Lo veré antes del desayuno.

 

El pequeño animobot caminó hacia la puerta de madera y acero,  abrió una pequeña puertecilla  perforada en la madera exactamente a su tamaño, salió, cerré los ojos para escuchar sus pasos sobre el pasillo , casi diez segundos hasta que desaparecieron, tal vez 5 metros hasta la siguiente puerta. Y me volví a desmayar.

 

Capítulo II

La Diosa del mar y el Cielo.

 

Los mechones rubios caían sobre sus hombros, distinguía claramente las pequeñas líneas que surgían crueles sobre su frente, a un lado de los ojos, y junto a sus labios. Estaba en su mejor momento, ella lo sabía, sus pechos eran dos pequeños melocotones, tersos y duros, sus caderas ni tan anchas ni tan delgadas coronaban dos largas piernas. En sus ojos de cafés pequeños y juguetones aún se podía distinguir a la adolescente que huyó de casa y a punta de puñal y después de pistola se fue abriendo paso entre los aeropiratas. Y sin embargo, le aterraba distinguir esas líneas que poco a poco la iban cubriendo, enseñándole cómo pasa el tiempo, como los esfuerzos y los miedos secretos marcan poco a poco el alma y el cuerpo.

 

La Capitana se veía en el espejo de su camarote, peinaba su largo cabello, dorado y delgado, se levantó y acomodó el corsé negro, bajo de él una blusa blanca, impecable, un par de pantalones anchos y unas botas largas. Dos pistolas al cinto, modelo  Grayandsons, calibre 38, con tambor para ocho tiros, cañon largo con miras telescópicas y un par de engranes aceleradores. Unas verdaderas bellezas asesinas, hacían un hoyo a 90 metros, sin retroceso violento, ideales para las manos de una mujer. Bajo la larga manga con holanes, un cuchillo spyandkill, mango de hueso y 15 centímetros del mejor acero de las Islas Spiritá.

 

-Ser pide permiso para dar reporte.

 

-Lata de porquería debería pedir permiso primero para entrar al camarote de la Capitana.

 

El pequeño animobot, hizo una reverencia y se detuvo junto a la pequeña puertecilla.

 

-Ser pide permiso para entrar al camarote de la capitana y dar reporte.

 

-Eres un imbécil. Si no fueras un regalo de mi viejo capitán Longbeard estarías siendo piezas de reparación para las maquinas de vapor de la cocina. Habla.

 

-Preso-joven se encuentra sano, tiene contusiones y una ligera confusión en el tiempo, ha pedido informes sobre su ubicación y se los he dado, Preso joven reconoce llamarse Anton De Cruz y ahora entiende la diferencia entre un robot y un animobot. Supongo que alimentarse y dormir en un lugar más habitable que la Celda 9 en la tercera cubierta incidirá de manera benéfica en su salud mental y física.

 

-Retírate y sírvele el desayuno a las 630. No cambia su estatus, por lo menos hasta que hable con él personalmente. Desayuno completo. Bebida sin alcohol, agua, te, café  o lo que se te ocurra.

 

-Ser entiende. Son las 545, la Capitana debe estar en el puente a las 600 para supervisar el relevo. El viaje sigue sin contingencias, según lo planeado, si conservamos rumbo y velocidad, arribaremos al Puerto  Nimbo mañana a las 1643. Ser se retira.

 

Susan Sweet Hearth, se vio de nuevo en el espejo, apenas si rebasaba los 34 años, y se sintió muy satisfecha por la imagen que la luna reflejaba, se ató el cabello en una coleta y antes de salir echó una última mirada, la satisfacción del reflejo se vio nublada por el vacío que descubrió en el fondo de los ojos. Se acomodó las pistolas y salió del camarote.

CAPITULO III

Anton De Cruz

 

-Gossip pide permiso para entrar.

 

Escucho una voz metalica ¿o es un niño? Estoy seguro que habla conmigo.

 

-Gossip pide permiso para entrar, ¿Preso-joven autoriza?

 

Me cuesta trabajo abrir los ojos, el enano metalico ¿no fue un sueño? El peso de la cadena en mi cintura me confirma que es muy real.

 

-Hola Gossip.

 

-Preso-joven ¿desea café, jugo o té con su desayuno?

 

-No es cierto. ¿Tengo servicio de desayuno a la habitación y cadenas en la cintura? Están dementes en esta nave.

 

-La Capitana autorizó un desayuno completo para Preso-joven, sin embargo no autorizó cambio de estatus.

 

-Café. ¿el cambio de estatus cuando llegará?

 

-Cuando la Capitana hable con usted. Gossip regresará en unos minutos con el desayuno. Son las 600 y estamos a poco más de 24 horas de arribar a nuestro destino.

 

-¿y ese destino es?

 

-Gossip no está autorizado a decirlo.

 

-¿Te lo prohibió tu ama?

 

-La Capitana no dio indicaciones sobre informar a Preso-joven sobre el destino.

 

-Tampoco te lo prohibió.

 

-La Capitana no dio indicaciones sobre informar a Preso-joven sobre el destino.

 

-No te lo prohibió puedes informarme, de hecho…al no existir una orden previa…te ordeno que me digas nuestro destino.

 

-Solicitud procesada. Parámetros válidos no existen parámetros previos que obstaculicen el procesamiento de la solicitud. Puerto Nimbo. Se preveé la llegada el día de mañana a las 1643 si continuamos con el curso y la velocidad actual.

 

-Gracias Gossip, ¿puedes traerme el desayuno? Me muero de hambre.

 

-Gossip  obedece.

Puerto Nimbo, ya sé quien me compró. Imperio Penn. ¿Por qué recurrieron a los aeropiratas? Tiene equipos bien entrenados de sus agencias para hacer esto. ¿Cuándo me volví un peligro para ellos? Sólo he sido una voz más que se opone a su estúpida política de amos y señores de Nova Machina.

 

-Preso-joven puede comer.

 

-Es una broma ¿verdad? Esta nave debe estar dirigida por una loca.

 

En bandeja de plata una enorme pila de hot cakes generosamente bañados con miel de maple y coronados por un perfecto cuadrado de margarina, una taza de café negro al lado y el pequeño Gossip haciendo un esfuerzo para sostenerla.

 

-¿Preso-joven desea algo más?

 

-Dime Gossip, supongo que entre sus últimos destinos estuvo Puerto Liberty, apostaría  incluso que recibieron alguna visita de ejecutivos de Imperio Penn.

 

-Gossip no puede procesar los datos. ¿Es una pregunta? ¿es una afirmación?

 

-Sólo dime si estoy en lo correcto.

 

-Incorrecto, correcto.

 

-¿cómo?

 

-Jamás hemos estado en Puerto Liberty, el destino más cercano a Imperio Penn que la Capitana autoriza es Puerto Nimbo. Tuvimos un abordaje de ejecutivos de Imperio Penn poco antes de salir de las costas de Islas Spiritá.

 

-¿Tu Capitana tiene mucho tiempo haciendo negocios con los ejecutivos de Imperio Penn?

 

-Desde que era grumete, cuando La Diosa del mar y el cielo era el barco del Capitán Longbeard y cuando Gossip era propiedad del Capitán. Al envejecer  decidió heredar el barco y su animobot  Pi-n0-c2, con número de serie 1979AB12 a su marinero de más confianza. Según las costumbres aeropiratas, Susan Sweet Hearth tuvo que pelear con el Primero de abordo para hacer válido el testamento, Pedro sin casa, falleció la cuarta luna de las flores, el año vigésimo sexto después de la revolución del vapor y las ciencias ocultas, una perforación en el musculo cardiaco realizada con una hoja de acero de 6 centímetros de ancho y 15 de largo, arma perteneciente a la actual Capitana.

 

-Gossip la carga que tradicionalmente roba tu Capitana… ¿Cuál es y donde la entrega?

 

-Carbón, repuestos de maquinaria exclusiva de Imperio Penn para fabricación de armas y a veces, artículos de ciencias ocultas. Todo se entrega puntualmente en las Islas Spiritá y en el aeropuerto flotante de Al-Djinn.

 

-¿Quieres decir que tu ama vende contrabando a los isleños y a los djinnes con permiso del Imperio?

 

-Gossip sólo expone los hechos. La Capitana Susan Sweet Hearth vende repuestos de maquinaria exclusiva de Imperio Penn para fabricación de armas y artículos de ciencias ocultas robados a transportes del Imperio. Todo se entrega puntualmente en las Islas Spiritá y en el aeropuerto flotante de Al-Djinn.

 

Y aún así hacen tratos con Sweet Hearth una surtidora de armas a los rebeldes.

 

-Gossip, tengo algunas preguntas, ¿sabes quien soy?

 

-Anton de Cruz, Preso-joven ocupante de la celda 9.

 

-Me refiero, ¿sabes a qué me dedico? Corrijo ¿posees en tu base de datos alguna ficha biográfica sobre mí?

 

-Gossip posee los datos.

 

-Quiero escucharla.

 

-Anton De Cruz, nacido un año antes de la revolución del vapor y las ciencias ocultas. INTERCOLONIA DE ORIGEN: Cabo De la Cruz Meridional. PROGENITORES: Raziel De Cruz, padre, pastor Aurista, congregación ”Aur el compasivo”, 300 fieles identificados y de puntual pago. Isobel De Cruz. Madre. Asistente del pastor y administradora de la congregación. Sin hermanos identificados. INFANCIA: Estudios en la Central Corporativa para Infantes y Neo Colaboradores. JUVENTUD: Acceso por beca de la Corporacion al Centro Penn de Capacitación Laboral, ÁREA DE ESTUDIOS: Desarrollo Humano y evolución social de Nova Machina. SELECCIÓN: fue enviado al área ejecutiva del Corporativo de la Cruz Meridional como practicante gerencial con proyección para ocupar un puesto directivo. FICHA CRIMINAL: Anton De Cruz roba los activos de la empresa y funda una minicorporación conocida como Liberales del Sur. Realizan principalmente acciones de propaganda en contra de las instituciones corporativas y básicamente sus panfletos atacan el orden social-mundial establecido por Imperio Penn. STATUS ACTUAL: fue capturado a bordo de su aeronave “El caliz y la rosa” vapor volador de tráfico veloz, centro itinerante de operaciones de los Liberales del sur. OBSERVACIONES: posee una marca de nacimiento en medio…

 

-Basta,  el resto ya lo sé.

 

-Dame la ficha de la Capitana.

 

-Solicitud imposible de procesar. Información restringida. Clasificación 9. Preso-joven su estatus lo coloca en Clasificación 1. Gossip se disculpa. Solicitud rechazada.

 

Termino el café. El enano levanta los trastes y los coloca en la bandeja, con más facilidad que al inicio se encamina hacia la puerta.

 

-Son las 615, hay un 70% de probabilidades de que la Capitana venga a visitarlo antes de las 700, en caso de no hacerlo, habrá un 90% de probabilidades de que lo haga después de las 1800 y antes de las 2000. Preso-joven ¿tiene alguna petición o mensaje para la Capitana?

 

-No Gossip, lo que tengo que decirle a tu ama se lo diré en la cara, sin embargo, ¿Dónde está el baño en esta crujía?

 

-Preso-joven deberá buscar en el extremo izquierdo de la celda, opuesto a la ventana encontrará un tablón suelto que esconde la abertura por la que se deben expulsar los deshechos.

 

-Lo haces parecer tan fácil…

 

-Gossip no puede elaborar una tesis sobre la dificultad del proceso ya que carece de…

 

-Si, si, ya entendí, jamás has tenido que orinar.

 

-Gossip se retira.

 

CAPITULO IV

El Caliz y la Diosa

 

Sus pasos resuenan sobre la madera del pasillo, escucho como mete la llave en la puerta, mentalmente me preparo, afilo las navajas de mi lengua y pulo los filos de mi inteligencia, repaso el discurso de entrada, llevo todo el día pensando en lo que voy a decirle a la Capitana Sweet Hearth. Sin embargo, nada podría haberme preparado para enfrentar su presencia.

 

-Buenas noches Anton. Espero que haya disfrutado la cocina de mi aeronave y la compañía de la Lata que funge como mi asistente. De antemano me disculpo por la habitación pero tiene fama de poseer un verbo poderoso y seductor, por lo que supondrá el riesgo que significa para la estabilidad de mi mando el permitir que la tripulación entre en contacto con usted. ¿sabe? No es fácil ser mujer en este trabajo, somos pocas, apenas 3 en esta aeronave y tal vez unas 20 en todo el planeta.

 

Jamás espere una mujer tan atractiva, con una voz infantil, excesivamente cuidadosa en su arreglo personal. Educada y con una mirada de mando superior a la de mi propio padre.

 

-Le puedo asegurar Capitana que Nova Machina necesita muchas mujeres con su valor, sin embargo, no estoy tan seguro si su calidad moral también sea un ejemplo digno de imitar.

 

-¿Por qué? ¿Por ser una aeropirata?

 

-No. Estoy en contra de muchos de los procedimientos aeropiratas, pero estoy sinceramente convencido de que son la única agrupación independiente que ha hecho una oposición real y significativa contra el dominio corporativo mundial de Imperio Penn. Es por eso que esta traición a sus creencias me parece vergonzosa para usted.

 

-¡Oh por Aur! – rió y mostró una hilera de dientes sensualmente irregulares, regularmente blancos- es un ingenuo. Era de esperarse. Pero no creí que tanto. Mi señor Anton, me pone usted en una tremenda encrucijada, si le cuento la verdad creo que le haré mucho más daño que todas las torturas que la corporación le pueda infligir, tendría un quebrantamiento de fé, algo de lo que ningún hombre, en especial los idealistas, se reponen.

 

-¿Va  a darme una clase de historia? ¿Sabe que soy un especialista en Desarrollo Humano y evolución de Nova Machina? Mi gente es la que escribe los libros.

 

-Si por supuesto

 

-Y de hecho ese conocimiento fue el que me hizo convertirme en lo que soy.

 

-Un idealista, un idiota, sinónimos finalmente.

 

Lo dice con tanta seguridad y cierto rasgo de compasión que logra hacerme sentir humillado, siento que algo dentro de mi pecho se estruja cuando esa belleza rubia fija sus ojos en mí y me suelta a raja y tabla.

 

-Señor Anton, esta es una plática que prefiero tener en un lugar más cómodo.  Por favor, sea puntual, detesto a la gente impuntual.

 

Sonrió sarcásticamente y salió de la celda con un movimiento rápido, con ese aire de persona ocupada  que sabe de sobra los alcances de su poder.

 

Un par de minutos después Gossip entraba por la puerta que ella dejó abierta.

 

-Señor Anton, La Capitana lo invita a cenar y lo espera en 25.34 minutos.

 

Su estatus ha cambiado a rehén con libertad de circular en el área contigua  a la bodega de popa. Acompáñeme por favor para mostrarle su habitación, debe asearse y cambiarse de ropa antes de presentarse en el salón de la Capitana.

 

-¿me quitas las cadenas Gossip?

 

-Por supuesto, funcionan con una cerradura magnética, sólo necesito acercarme y…

 

Un vibración y las cadenas caen. Me sobo, siento la piel de la cintura irritada y la cadera terriblemente adolorida. Camino a través de un pasillo corto que me lleva a unas pequeñas escaleras de 5 peldaños, una puerta de metal impide el paso, de nuevo una vibración y la puerta se abre. Otro pasillo, este largo y oscuro que desemboca en una bodega llena de cajas con el escudo del Imperio.

 

-Sr Anton, su cuarto está al fondo, encontrará ropa limpia y jabon para bañarse ¿Gossip puede ayudarlo con algo?

 

-¿De quién era el camarote Gossip?

 

-De alguien que murió.

 

-¿De qué murió Gossip?

 

-La Capitana lo mató

 

-¿Pedro sin casa?

 

-No.

 

-Vaya, de repente te comieron la lengua los ratones.

 

-Negativo. Gossip no tiene lengua y tampoco la tuvo en ningún momento.

 

-Sólo es una expresión para decir que de repente eres muy discreto.

 

-Gossip agradece el nuevo dato, procesado y almacenado. ¿Sr. Anton requiere ayuda?

 

-Sólo una cosa Gossip, llamame Anton, detesto como suena lo de señor.

 

-Dato procesado. ¿Algo más Anton?

 

-¿Cuánto tiempo tengo para arreglarme?

 

-Le quedan 20.12 minutos.

 

-Perfecto, regresa por mi en 18 para llegar a tiempo con tu capitana.

 

-Gossip se retira.

 

Aunque breve, tomar una ducha es la experiencia mas agradable que puedo imaginar, especialmente después de haber estado encerrado en la maldita crujía. El camarote no posee nada que hable de su antiguo dueño, no hay fotos, papeles o artículos personales, el pequeño gabinete para la ropa está vacío, en la cama hay una casaca azul marino una camisa blanca y un par de pantalones cafés con medias blancas, un par de zapatos y un sombrero tricornio. No es precisamente mi estilo pero no me puedo quejar.

 

Me estiro a mis anchas, las articulaciones hacen ruidos extraños después del tiempo que estuvieron incómodamente limitadas a la celda. Ato mi cabello, intento acomodarlo lo mejor posible para no parecer una esponja marina con patas. Los pasos ligeros y metalicos hacen eco en el pasillo, trato de imaginar cómo va  a desarrollarse la cena, las preguntas que deseo hacerle a la capitana, incluso recuerdo un par de frases sarcásticas sobre la ambición, el abandono de ideales y busco entre los recuerdos de mi padre alguna perorata sobre la moral que pueda servirme de tabla de salvación en caso de que la mujer resulte mas cínica de lo que parece.

 

-Anton, acompáñeme, la Capitana lo espera.

 

-Vamos Gossip. ¿Hay algún consejo que me quieras dar para esta primera cita?, ¿crees que me veo lo suficientemente guapo como para deslumbrarla? .

 

-Anton, no es una cita, su estatus es de prisionero, cualquier intento de aproximación personal a la Capitana puede ser interpretado como motín, Gossip aclara: Según los reglamentos y la tradición oral aeropirata un preso d –con libertades restringidas de circulación internave-  sigue estando bajo observación y sólo posee derecho a la alimentación y reducción de incomodidades.

 

-Tu ama no tiene sentido del humor ¿verdad?

 

-Gossip no se considera capaz de hacer tal análisis pero por comentarios asimilados de la tripulación puede suponer que no.

 

-Lo supuse, sabes tan poco del humor humano.

 

-¿Las preguntas previas que Anton hizo a Gossip eran una broma?

 

-Si.

 

-Gossip tendrá que revisar los parámetros y los resultados sobre la salud mental de Anton antes de presentar un nuevo informe a la Capitana.

 

-¿Por qué lo dices?

 

-Anton debe estar loco si hace bromas siendo prisionero de la Capitana Sweetheart

 

-Y yo que pensé que no tenías sentido del humor…

 

El pequeño animobot quiso contestarme pero el respeto de la luz que la puerta abierta del camarote donde la Capitana había armado con una sobriedad de predicador aurista una salita de estar y una mesa para realizar las comidas lo dejó tan silencioso como si la anima-magica que le daba vida se hubiera extinguido.

 

-Sientese… ¿Desea algo de tomar antes de la cena?... Por favor, la rutina del prisionero silencioso es patética y de muy mal gusto.

 

-Sinceramente Capitana, estoy sorprendido, usted no rebasa los cuarenta años, dudo mucho que los 35. Y sus actitudes, su mirada, reflejan una edad que difícilmente se acerca a la que su piel y movimientos delatan.

 

-¡Vaya! No sabía que en el Centro les enseñaban a perfilar animas.

 

-No lo necesito, aunque durante la cena echaré mano de todo lo que recuerde de la época de preparación laboral para poder entender sus razones, igual que usted lo hará conmigo.

 

-Qué horrible lenguaje rebuscado, la cena será un intento de sondearnos para conocer nuestros puntos débiles, igual que los primeros minutos de una pelea, nos vamos a medir.

 

-Básicamente.

 

-Vaya, aunque esa sinceridad tan natural me parece todavía más peligrosa y estúpida que su idealismo, me agrada, creo que en usted va bien.

 

-Lo mismo pienso de su cinismo.

 

Sweethearth rie. La observo y  puedo notar los defectos naturales de su rostro, boca muy pequeña, dientes irregulares, orejas muy separadas. Y el conjunto me parece encantador. Jamás había conocido un lobo con un disfraz de oveja tan bien puesto, le sienta tan bien que de no ser por las pistolas que cuelgan del cinto habría olvidado que es una asesina aeropirata.

 

-¿Cuánto le van a pagar por mi, Capitana?

 

-Lo suficiente Anton.

 

-Aunque no estoy de acuerdo con los actos aeropiratas siempre los consideré el ultimo bastion de la libertad, ha sido muy doloroso saber que se venden con tanta facilidad…

 

-Mire, coma la sopa que se le va a enfriar, después durante el café tendremos tiempo de filosofar.

Hablamos de mi infancia en Cabo de la Cruz y ella me platica de su vida como aeropirata, de las emociones y la dureza de ser mujer en un mundo de hombres, me interroga sobre las enseñanzas de mi padre y yo le cuento lo que recuerdo. Coincidimos en que la religión se llame como se llame sólo en un lastre en la mente de los humanos.

 

-Considero que su padre se equivocaba, jamás he creído que seamos tan importantes como para que un ser Todopoderoso se ocupe de nuestras pequeñas vidas. De hecho creo que ese ser existe por lógica marítima. Siempre debe haber un pez mas grande que se coma a los pequeños.

 

-No estoy de acuerdo con usted, creo que el problema de los Auristas y de todos los demás es la idea de un Dios con ínfulas de juez y con deseos de establecer toda una empresa distribuidora de fe en el mundo, con sus jerarquias y departamentos, reglamentos y políticas empresariales que incluyen una sustantiva ganancia para sus representantes terrenales. Creo que Dios Aur, El innombrable de los Al-Djinn y las demás representaciones de los spiritá y otras culturas son uno mismo, que nos ama de tal forma que desea que crezcamos y para eso se necesita equivocarse, sufrir y continuar aprendiendo. De igual manera, me sobran los pastores sus congregaciones y sus reglas, desde muy pequeño entendí que un hombre con los defectos de mi padre difícilmente era un canal adecuado para conversar con la divinidad y que ya puestos en esas, él tenía tanto derecho como yo a hablar de tu a tu con ese Ser supremo, así que escogí el silencio de las noches y la tranquilidad de mi habitación para comunicarme con  Dios.

 

-¿Alguna vez le ha respondido?

 

-De formas que usted ni se imagina.

 

De nuevo ríe. Es la risa de una niña, sin tapujos, sin convencionalismos. Es ella sin armas  ni violencia, así debió de verse cuando su madre la parió.

 

-Si ha terminado de comer, acompáñeme con el café ¿desea alcohol en su bebida?

 

-Sólo un poco.

 

-Bien Anton, le voy a contar una historia que no conoce y que no aparece en sus libros. Le voy a romper el corazón en múltiples pedazos y le voy a abrir los ojos. Diría que lo voy a sentir mucho pero la verdad su inocencia me revuelve el estómago por momentos, así que lo voy a disfrutar como cuando mis muchachos desvirgan a alguna mozuela de  Puerto Liberty.

 

-Es curioso como relaciona la verdad con una violación, ¿de igual forma tolera las suyas?

 

La mueca que simula risa me indica que, claramente, estoy muy cerca de dar un paso en falso. Dirijo la taza a mis labios y evito mirarla a la cara.

 

-Algunos años antes de la revolución de las maquinas y la magia, Imperio Penn no era más que Puerto Penn, un grupo de comunidades llenas de exiliados, todos habían huido de Grand Central. Ladrones, asesinos, perdedores que nunca lograron destacar en la vieja gran isla, mendigos, prostitutas, vagabundos, buscafortunas. Eso era Puerto Penn, el centro de recolección de basura biológica más grande de nuestro planeta. Las comunidades se habían integrado bajo un solo gobierno, una estabilidad precaria que apenas si les permitía hacer válido su status como nación ante el poder de Grand Central. Cuando en Grand Central se da la revolución, los inventos y el desarrollo de maquinaria permitieron que aquellos con más visión para los negocios o los pocos que poseían animas mágicas pudieran convertirse en dominadores de los que no poseían ni una ni otra.

 

Sin embargo esto en lugar de fortalecer a la vieja isla, la dividió. Se crearon 5 comunidades o industrias. Alba, Grana, Veni, Spitz y Allure. Que empezaron a pelear por el control de los mercados y de la magia.

 

-Eso pasó en el año 3, lo recuerdo.

 

-Si, lo que no sabes es que Alba y Allure pidieron apoyo a Puerto Penn.

 

-Por supuesto que lo sé, Penn ayudó con mano de obra lo que le permitió aprender todos los secretos tanto de la maquinaria como de las ciencias ocultas.

 

-Eso es lo que dicen los libros y de hecho hay una parte de verdad, Penn estaba saturada, la crisis de sobrepoblación se la estaba comiendo, los representates de Penn firmaron un tratado público, que es el que conoces, mano de obra por conocimientos, pero el tratado real, el secreto, fue en almas y en sangre, para que Allure y Alba se impusieran a Spitz y las demás comunidades necesitaban una gran cantidad de soldados pero también almas para los ritos de magia y nigromancia.

 

-Penn ganaba de todos modos…

-Asi es, nivelaba su población, los escogidos aprenderían todo lo necesario sobre la revolución pero además, los soldados que sobrevivieron y las contadas victimas que  escaparon al sacrificio regresaron con conocimientos invaluables y algunos prisioneros de guerra, que a cambio de su seguridad aportaron inversión y materiales al desarrollo de Penn.

 

-Los siguientes 5 años Penn se convirtió en Imperio, para no violar los tratados post guerra, no ha intervenido más que en dos colonias, convirtiéndolas en protectorados, pero ha desarrollado un sistema que al convertirlo en el policía del mundo le permite extender la mano y tomar lo que necesita, sin importar a quien le pertenece o el numero de victimas que ese capricho cueste.

 

-¿puedo hacerle una pregunta? ¿Por qué llama magia  a las ciencias ocultas?

 

-es un nombre corto y es asi como mi gente la ha llamado desde que se le conoció.

 

-Ciencias ocultas implica una explicación lógica tras un conocimiento velado, magia es totalmente irracional, un acto de fe

 

-En algo teníamos que creer. La gente normal posee a dios y nosotros a la magia.

 

Zanja mi conversación y toma de su taza, mira a través de la escotilla y al igual que ella puedo ver pasar las nubes que cubren algunas estrellas.

 

-Al-Djinn y algunas colonias en Liberty se levantaron contra el imperio, Penn los arrolló, pero de repente encontró algo muy útil. El caos, la sangre, la guerra le habían dado el poder y el control de Nova Machina, la forma más segura de controlarlo era siguiendo esa senda. Los gobiernos de Imperio Penn se dedican desde ese dia a generar conflictos en cada una de las islas. Algunos pequeños, otros importantes, hoy apoyan a los rebeldes, mañana ellos mismos los matan, un día les venden armas y artefactos de magia a través de subterfugios que impidan que sepan de dónde proviene la ayuda, al otro día les cortan los suministros y los exterminan de un solo golpe.

 

-Entonces los aeropiratas…

 

-Los aeropiratas somos su brazo armado ilegal, todo el trabajo sucio nos los dan a nosotros, todo lo ilegal pasa por nuestras manos, para eso nos crearon. Ayudamos a los rebeldes con la bendición del Imperio, robamos sus bodegas cuando hacen la vista gorda y la suerte se nos acaba cuando dejamos de ser necesarios o cuando algún Capitán se quiere poner más ambicioso de lo normal. Las crisis impiden que las islas se unan, que los gobiernos internos se estabilicen y por lo tanto crezcan. No hay una sola colonia que no esté intervenida.

 

-¿y las islas Spiritá? El famoso santuario aeropirata.

 

-Es cierto que las condiciones geológicas y ambientales de las islas hacen casi imposible navegar o volar en ellas, que sólo los navegantes que nacieron en ellas conocen los secretos de sus corrientes y sus vientos. Pero nada que las naves del Imperio no puedan penetrar con la ciencia que poseen. Pero es la coartada perfecta.

 

Mi corazón latía acelerado, de repente sentí un peso gigantesco cayendo sobre mi espalda. Tenía ganas de llorar. Trate de respirar profundamente para poder ordenar en mi cabeza todo lo que estaba aprendiendo, analicé la lógica de la trama y me derroté ante la expectativa de una prisión mas terrible que la del buque aeropirata, la prisión invisible del control total sobre mi vida y sobre el mundo que me rodeaba. Todo bajo los intereses comerciales de hombres y mujeres que no hacia mas de 30 años eran la escoria de la civilización.

 

-Dígame Anton ¿de verdad jamás se ha preguntado de donde vienen algunas aportaciones a sus actos rebeldes? ¿jamas sintió duda ante la suerte que tuvo al poder robar los activos de su empresa? Cruzar mares plagados de patrullas del imperio y de aeropiratas y en 10 años no ser atrapado, ¿jamas lo vio como exceso de buena suerte?

 

-La verdad siempre pensé que Dios apoyaba las causas justas.

 

En su cabeza trata de decidir si mi comentario fue una broma, una burla o simplemente estupidez.

 

-Dios no tuvo nada que ver, su movimiento al igual que muchos otros ha sido pagado y promovido por el imperio…

 

-Tengo una duda querida señora, ¿por qué soy prisionero? ¿mis amos desean jalarme la cuerda o ya dejé de serles útil?

 

-Yo me pregunté lo mismo Anton y para serle sincera realicé una investigación previa a su captura. Con ayuda de un par de amigos dentro del imperio.

Toma su taza de café y se sirve más, yo le extiendo la mía pero sólo me sirve un alcohol de caña de alto grado, un veneno tradicional de su gente, fuerte, barato y casero.

 

-Al parecer Anton, usted es un error de calculo. Imperio Penn jamás pensó que sus argumentos, discursos y demás idioteces significaran algo, sin embargo, existen colonias en Al-Djinn que han tomado en serio sus palabras. Ahora bien, el mayor recurso de ciencias ocultas se encuentra en ese lugar. Y ese es un recurso renovable y de difícil manejo. Algo que el imperio teme.

 

-¿Y cual es el plan? ¿matarme? Serían muy estúpidos ¿no lo cree? No pueden hacerme desaparecer como a tantos otros si realmente tengo la influencia que me atribuyen…

 

-Y no piensan matarlo, desean “convertirlo”, ¿conoce el termino?

 

-La conversión es un rito de ciencias ocultas en el cual el bateleur altera el anima de la victima encerrándola dentro de un laberinto mental, el cual solo puede abandonar para fungir como títere del controlador. Te vuelven un instrumento, un esclavo sin conciencia de serlo.

 

-¿No cree que es mejor entonces desprestigiarlo? ¿se imagina lo que va a hacer una vez que esté bajo el control de ellos? Podrían dominar a las colonias de Al-Djinn  gracias a usted o desanimarlas totalmente en cuanto lo obliguen a actuar y hablar a favor del imperio. Sería usted un traidor de una u otra forma.

 

No lo pienso mucho.

 

-Máteme.

 

Un brillo en sus ojos que no logro descifrar.

 

-Lo pensé. De verdad que si. Pero no es bueno para los negocios. Sin embargo Anton, por alguna razón que no entiendo, me simpatiza. Aun no decido que hacer con usted, aun tengo 20 horas para decidirlo.

 

-¿duda entre ayudarme o servir a sus amos? ¿Por qué?

 

-Siempre me ha resultado divertido ver a mis hombres pelear contra los indefensos y endebles tipos que defienden las aeronaves pequeñas como la suya. Siempre apuesto a los pequeños, sería esperanzador que por una vez en la vida de Nova Machina, el pequeño ganara, sería una señal…

Pierde su mirada en la escotilla, una enorme nube esconde el cielo momentáneamente, en sus ojos hay dejos de amargura y restos de la crueldad de una vida fundamentada en la habilidad de pisotear sueños para poder crecer.

 

-Capitana Sweethearth, decida lo que decida, esa apuesta la ganó hace mucho tiempo.

 

Me mira sorprendida.

 

-Así se convirtió en la dueña de este barco.

 

Con una inclinación de cabeza me levanto de la silla me encamino hacia la puerta y con otra inclinación me despido de ella. En sus ojos veo un brillo que no acierto a definir, ¿era la luna que se escurría a través de la escotilla a sus ojos o eran lágrimas?

CAPITULO V

Mercaderes y mercenarios.

 

-Capitana, han llegado algunos mensajes de la compañía.

 

Sweethearth hizo una mueca de molestia, sólo podían ser malas noticias, era muy extraño que Imperio Penn se comunicara directamente por el canal de la “compañía mercantil”. Con un gesto animó a su segundo para hablar.

 

-Sugieren que cambiemos de ruta y nos alojemos en el puerto más cercano.

 

-Literalmente Sonrisas, ¿Qué dice el mensaje?

 

-“Sugerimos cambio de ruta, mantener mercancía dentro de las bodegas, sugerimos cualquier puerto próximo a su actual ubicación y mantenerse fuera de patrullas IP y otras naves mercantiles. Cancelar cualquier contacto hasta las 1500 de mañana.”

 

-¿Qué tan lejos estamos de Cabo Bayoux? –preguntó la Capitana mientras se dirigía a la salida de la cabina de mando

 

-Menos de 3 horas de navegación

 

-Reduzcan la velocidad y manden señal a Cabo  Bayeux de que tenemos una pérdida de presión en los motores. Por lógica en cifrado normal, que los marineros pongan banderas de Allure y vistan al barco como el “Mer Doreé”

 

-¿Qué no derribamos esa nave hace 3 meses?

 

-Conociendo los pésimos servicios de Cabo Bayeux lo más seguro es que no se hayan enterado, además al ver la bandera de Allure ni les va a importar, prohibido a los marinos descender a tierra firme, sólo podrán pasear en los hangares del aserradero aéreo. Todos deberán desarmarse para bajar y limitarse a decir que traemos carga de carbón para Puerto Nimbo.

 

Sonrisas, el segundo al mando asintió con la cabeza y Sweethearth salió rumbo a su habitación.

 

La joven mujer se sentó en su escritorio y revisó los viejos diarios del capitán Longbeard, costumbre que tenía arraigada y que era señal de preocupación. Esta acción le permitía sentir al viejo capitán hablando con ella, guiñándole el ojo y revelándole los secretos del mar y los negocios con el Imperio, leía las experiencias del viejo y muchas veces encontraba soluciones nuevas a problemas tradicionales, como si su alma y la de su protector se unieran en una sinergia de magia e inteligencia.

 

-Algo está mal-pensó para si-es extraño que se comuniquen tan directamente y que detengan la entrega de la carga, ¿qué puede estar pasando? ¿qué están planeando?

 

Sweethearth tenía miedo. Su vida era una combinación de soledad y pánico, había logrado lo que pocas mujeres en el mundo, tenía oro a montones, el respeto de los hombres del Imperio, un barco poderoso con todo y tripulación bajo su mando, podía despertar hoy en Djinn y mañana en Liberty, Nova Machina completa era su casa, su campo de juego. Y muchas veces tenía que sentarse en su escritorio rodeada de los diarios de Longbeard como barrera de protección contra los fantasmas que habitaban su mente.

 

Algunas veces se miraba frente al espejo, podía ver sus ojos avejentados y se preguntaba si podría ser distinta. Si podría escoger otra vida. Si alguna vez pudo ser una mujer de casa, con hijos y familia. Pero sintió hambre desde muy joven y le enseñaron que las alas sólo servían  para volar y que mientras más lejos llegara más valdría. Y sintió que en ese largo viaje alguna parte de ella se había perdido.

 

Sin quererlo pensó en Anton, lo despreciaba y a la vez lo admiraba, un estúpido idealista, un soñador… pero envidiaba su corazón, su honestidad, la felicidad y satisfacción que veía en su mirada, él se había realizado, él había perdido todo lo que ella valoraba: un trabajo, una posición, oro, nombre, reputación. Y sin embargo se veía completo, integro.

 

Deseó platicar con él. Sintió que la había comprendido totalmente durante la cena, con su comentario antes de despedirse pudo notar que él había penetrado totalmente en su ánima. Eran pocos los hombres en el mundo que  podían jactarse de algo así. Alejó ese pensamiento que la incomodaba, si quería poder verlo de nuevo a la cara e imponerse, debía alejar esa sensación de desnudez. Cerró los ojos e imaginó una sorprendente cantidad de razones por las que el imperio se había comunicado con ella y de igual manera soluciones para cada una de ellas. En eso estribaba parte de su éxito, poseía una imaginación viva y sabía usarla en su beneficio.

 

Esperó paciente en su camarote,  algo no andaba bien, lo sentía en las entrañas, ella, como todos los nacidos en las Spiritá, era terriblemente supersticiosa. Se levantó y sacó  de entre los cajones de su ropero una vela y un  par de inciensos, prendió todos y rezo en una lengua que sólo los aeropiratas más viejos conocían, rezó plegarias de tiempos olvidados, arcaicas de las Spiritá, cuando la magia no era conocida por toda Nova Machina, cuando era tesoro de algunos chamanes en las islas.

 

-Capitana –la voz de Sonrisas la despertó de su letargo místico.

 

-Pasa Sonrisas, está abierto.

 

-En 30 minutos llegaremos a  Cabo Bayeux.

 

-Prepara  a la gente, tu serás el Capitan y yo tu segundo si alguien sube a hacer una revisión, informa a todos, en cinco minutos subiré para hacerme cargo del arribo.

 

-Capitana, no vamos a poder arribar en el aeropuerto, nos exigen amarizar y llegar a puerto marítimo.

 

El estómago de Sweethearth pegó un respingo.

 

-¿Alguna explicación para esa solicitud tan extraña Sonrisas?

 

-Al parecer viene un huracán y basados en la pésima construcción del aeropuerto sería un riesgo para una nave como la nuestra.

Con un movimiento de mano le indicó al marinero que se retirara. Amarizar implicaba riesgos para un aeropirata, en caso de ser descubiertos se ponían a merced de cualquier nave policiaca o militar que estuviera por encima de ellos y aunque estaba bien armada, el tiempo  que tardaría en levantar vuelo en un puerto tan  complicado como el de cabo Bayeux ponía en riesgo la integridad de gran parte de la nave. Era una encerrona por dondequiera que lo viera.

 

Respiró profundamente y tomó una decisión. Salió corriendo hacia el puente.

 

-Detengan la nave. ¡Ahora maldita sea, apaguen motores de empuje!

 

Los marineros la vieron y aunque les pareció ilógico nadie se atrevió a contradecirla, el segundo dio indicaciones a la sala de máquinas y tres minutos después se sintió un jalón que empujo a todos dentro de la nave, esta se empezó a deslizar por inercia.

 

-Ahora, desciendan, en cuanto estemos en el mar manden un mensaje a Bayeux, díganles que se nos frío un motor y que tardaremos en llegar, Sonrisas ¿verificaste el dato del huracán?

 

-Si Capitana, nuestros instrumentos señalan una alteración atmosférica, pero me parece más una tormenta de temporada que un huracán.

 

-¿en cuanto tiempo la tendremos encima?

 

-A esta velocidad estará en 15 sobre nosotros, si nos apuramos, aun navegando en mar, podríamos llegar a puerto antes de que nos alcance.

 

-Por supuesto que no, en cuanto estemos en el mar cambien de rumbo, a toda máquina hacia las Spiritá.

 

-Pero Capitana…

 

Los ojos pequeños de Sweethearth miran fríamente al marinero. No hace falta más. Todos saben que esa mujer es una asesina a sangre fría y que realmente se necesita muy poco para provocarla.

 

-Sonrisas dile a Kowoni que quiero informes cada 10 de las comunicaciones del área, tanto las comerciales como las particulares, que tenga cuidado, si logra recibir alguna del imperio que me lo haga saber inmediatamente.

-Capitana nos acaban de responder de Cabo Bayeux, a la letra: “Mer Doreé se le anima a apresurarse, si necesita ayuda enviaremos aeros de rescate, tiene 25 para aparecer en nuestra línea de visión, en caso contrario enviaremos las naves a rescatarlos a su ultima ubicación”

 

-Perfecto, más claro no puede ser. O nos presentamos en 25 o nos cazan.

 

-Jamás habían sido tan amables Capitana.

 

-No es amabilidad Sonrisas, es una trampa. Supongo que ya saben que no somos el Mer Doreé. En caso de tener que levantar el vuelo ¿en cuanto tiempo estaríamos listos?

 

-En 5 capitana.

 

-Es un volado pero creo que no tenemos opciones, levanten el vuelo y cuando estemos arriba a toda maquina hacia las Spiritá.

 

-Pero la tormenta está casi sobrenosotros…

 

-Elévenos por encima de ella.

 

-Capitana para cuando alcancemos altura media estaremos en plena tormenta, elevarnos por encima de ella sería un verdadero riesgo para la integridad de la nave. Señora, Cabo Bayeux no cuenta con aeronaves que puedan resistir un embate conjunto del clima y nuestras armas.

 

-No lo sé Sonrisas. También pensé que no sabrían que suplantamos al Mer Doreé. Creo que nos están esperando, a nosotros precisamente, y están muy bien preparados. De hecho… dé la alarma, todos en espera de ataque y al cuarto de máquinas orden de velocidad de escape.

 

La mujer caminó hacia la silla central del cuarto de mando y se sentó viendo las nubes negras que se aproximaban a su nave. Los marineros nerviosos se movían rápido siguiendo las ordenes del segundo, subiendo y bajando, dando gritos y preparando armas y revisando una y otra vez los instrumentos.

 

-Capitana capitana!!!

 

Un chico, casi un niño se acercó a ella corriendo. Los ojos enormes y el cabello corto y lacio. Apenas salido de la infancia.

 

-¿Qué pasa Kowoni?

-Intercepté un mensaje encriptado de Bayoux dirigido hacia una nave no identificada a 20 kilometros de nuestro ultimo lugar reportado.

 

-Léemelo.

 

-El pez no mordió. Si en 15 no hace contacto se autoriza Plan Arrow.

 

-Sonrisas - Sweethearth se levantó de su asiento y camino a pasos grandes- ponme en los altavoces. Kowoni, regresa a tu puesto y continua informando que alguno de los grumetes sea tu enlace.

 

-Señora están atentos.- dijo Sonrisas poniendo el micrófono en la mano a la mujer.

 

La voz de la Capitana resonó en todos los pasillos del barco, todos los marineros detuvieron lo que estuvieran haciendo y escucharon atentos su mensaje.

 

-Señores, estamos en estado de alerta por un posible ataque, esperamos una nave caza del imperio. Todos saben el destino que nos espera si caemos en sus manos y todos saben que hacer  en estos casos, den lo mejor de sí, no se dejen vencer y en caso de ser abordados vendan cara su vida. Cuarto de armas, prepárense para fuego continuo por una hora.  No quiero reservas, en caso de ataque vacíen bodegas, hasta el último cartucho. Recuerden lo que dicen los viejos chamanes de las islas “en la muerte no hay  paz para los cobardes y los traidores”

 

Una luz roja se encendió en el tablero a la derecha de Sweethearth, el pirata volteó y vio con ojos desencajados a su capitana.

 

-¿Qué pasa Ron-ron? – dijo Sweethearth mientras sentía como su cuerpo se transformaba, su corazón latía fuerte en el pecho y sin embargo la adrenalina la colocaba en un estado de vigilia, atención completa y nervios controlados. Musculos tensos sin ser dolorosos, listos para movimientos rápidos y certeros. Mente clara, cuerpo  tenso, espíritu sereno. La alumna favorita de los chamanes spiritá.

 

-Una aeronave Capitana, por el tamaño no creo que sea un caza, parece un destructor clase SteamB32. – la voz le temblaba, una mezcla de emoción por exceso de adrenalina y un poco de miedo mal camuflado.

 

El cabello rubio le cayó sobre la frente cubriendo parcialmente su cara, tomó una inspiración profunda y cerró los ojos.  Aunque todos sentían la presión de saber que un monstruo de ese tamaño los perseguía, era un terror lejano al cual se sentían en oportunidad de evitar. Desquiciar a Sweethearth era  un peligro cercano, presente, inmediato y muchas veces, mortalmente inevitable.

 

-Estamos de suerte señores. Sonrisas que cuarto de maquinas presione  ¿a cuanto estamos de la tormenta?

 

-En -10 Señora.

 

-Levanten la nave.

 

Una orden del segundo y la pesada nave empezó a levantar en medio de una llovizna que empezaba a caer de unas nubes negras que rápidamente empezaron a cubrir los flancos del transporte. Una ráfaga de viento cruzó el puente y una sensación de calma rodeó a los marineros, Sweethearth volteo a ver su brazo derecho y remango la blusa hasta el codo. Los pequeños vellos rubios se levantaron un poco.

 

-Agárrense fuerte-gritó la mujer

 

Un brillante resplandor más blanco que la nieve iluminó el cielo, un espantoso rugido celeste hoyó hasta los camarotes más encerrados de la Diosa del Mar y el Cielo. Una turbulencia  parecida a un terremoto clase 8 aventó a un par de desprevenidos contra ventanas y paneles del puente de mando.

 

-Empezamos a cruzar la tormenta en dirección ascendente Señora-gritó Sonrisas en medio del crujir de las junturas de la aeronave.

 

-Luces de emergencia en motores Capitana- dijo Ewin el navegante.

 

-Force la maquina Sonrisas, prepare un equipo de incendios.

 

-Señora la nave podría desarmarse con esta presión- insistió Ewin.

 

-Prefiero morir ahogada en medio del mar que en las mazmorras del Imperio y le juro Ewin que antes de caer presa de esos malditos mercaderes cortaré sus pelotas y se las haré masticar.

 

Ewin en su talla de gigante, con su cara de bonachon, bajo la vista sabiendo que otra palabra más sería una sentencia de muerte.

 

-Sonrisas, ¿Cuánto falta para superar la tormenta? 2 posiblemente Capitana, casi unos 500 metros.

-Ron-ron, posición del enemigo.

 

-A menos de 500 metros hacia las 6 en punto, velocidad de escape.

 

-Perfecto –la rubia sonrió- perfecto.

 

-Señora están dándonos alcance-le dijo Sonrisas.

 

-Segundo al mando, si algún día aspira a capitanear debe poder ver el futuro-miró al hombre maduro, esbelto, musculoso, de cabello blanco y lacio- en este momento nuestro enemigo sólo tiene 2 opciones: Seguirnos por debajo de la tormenta o por encima de ella, si escoge la primera opción en menos de 15 nos habrá perdido, puesto que ni sus modernos sistemas de rastreo podrán localizarnos entre la estática de la tormenta. Si intentan subir con nosotros, lo cual demostraría que su Capitán aparte de loco es un idiota, terminarían en pedazos en medio del océano, una steamb32 no soportaría, peso, presión y turbulencia.

 

-Con todo respeto Capitana Sweethearth, el enemigo debió pensar lo mismo de nosotros-dijo temeroso el hombre

 

-Lo imagino Sonrisas, pero yo estoy loca y eso es bien sabido en toda Nova Machina, pero no tengo un pelo de estúpida…

 

-Estamos por encima de la tormenta, el motor Alpha esta a punto de colapsar pero todo lo demás parece funcionar bien- Ewin interrumpiendo a sus superiores.

 

La mujer sonrió con esa risa que sólo poseen aquellos que están completamente seguros de su poder. Miró a su segundo al mando con aire de satisfacción. El hombre bajó la mirada, sin vergüenza, sólo con mansedumbre, reconociendo los motivos que hacían a aquella mujer tan mortalmente hermosa y excelente aeropirata.

 

-Felicite a los hombres Sonrisas, verifique con el Ingeniero el estado del motor Alpha y ponga dirección a casa. Volvemos a las Spiritá, mantenga velocidad por 60, después si Ron-ron no detecta intrusos, baje a velocidad crucero. Que Kowoni haga guardia extraordinaria, no quiero a nadie más en las comunicaciones.

 

Y salió caminando a pasos serenos hacia su camarote, donde se sentó en medio de una muralla de diarios, tomó uno al azar y leyó las palabras de su viejo capitán, tratando de olvidar la sensación de miedo en su estómago y el corazón que le latía en el pecho diciéndole a cada golpe: “por poco”

 

CAPITULO VI

 

Mareo, miedo y traición.

 

Anton había pasado toda la crisis de la Diosa del Mar y del Cielo encerrado dentro de su camarote, escuchando las sirenas, viendo las cajas soltarse y azotar en contra de las paredes de su habitación, el estómago se le revolvía y trataba con urgencia de recordar alguna de las plegarias que su padre, el viejo pastor Aurista rezaba en las noches antes de ir a dormir. Aunque llevaba varios años navegando, jamás se había acostumbrado a las turbulencias aéreas y mucho menos a los cambios violentos de presión entre los amarizajes y los despegues, en su caso, siempre muy necesarios al poseer una nave pequeña que necesitaba un constante servicio mecánico. Y al ser un rebelde, siempre era mucho más útil permanecer en el mar que en el aire, el cual era un dominio poseído por dos señores, el imperio y los aeropiratas… una sonrisa melancólica en su rostro… un sólo amo de Nova Machina, de sus mares y sus cielos, el Imperio.

 

-¿Anton necesita algo?- sonó la voz metálica de Gossip a sus espaldas.

 

-Un lugar dónde vomitar, una explicación de qué carajo está pasando y mi libertad inmediata…

 

-Anton puede vomitar en el bote metalico que se encuentra junto a su cama y que al parecer ha rodado junto al ropero, la explicación la dio la Capitana Sweethearth hace 15 y la confirmó el Segundo al mando Sonrisas: hemos huido a través de una tormenta de una persecución de una nave del imperio. Su libertad es imposible obtenerla hasta que la Capitana no lo decida, aunque si hacemos una rápida estadística de las decisiones anteriores de la Capitana respecto a prisioneros alojados en La Diosa del mar y del cielo, podemos decir que Anton De Cruz posee un 60% de ser vendido a algún cliente, un 42% de ser abandonado en alguna isla desierta para morir de forma larga y cruel, generalmente la Capitana sacrifica algunos esclavos para obtener un portal que permita a algún cliente sólo por ella conocido, ver la agonía y un 8% de ser asesinado en un momento de mal humor de la líder de este barco. ¿Anton necesita algo más?

 

-Una reunión con Sweethearth. - Gossip la solicitará inmediatamente ¿algún motivo especial? ¿algún asunto particular que desee mencionar?

 

-Dile que nos acabamos de convertir en aliados.Gossip se retiró sin decir nada más. Diez minutos más tarde, Gossip entraba a la habitación de Anton.

 

-La Capitana Sweethearth le ha concedido la entrevista Anton.

 

-Vamos entonces, ¿podrías darme un análisis del estado actual de tu Capitana?

 

-Gossip resume: estado emocional alterado, pulso en reposo superior a los 80, presión sanguínea, ligeramente por arriba de lo acostumbrado, sudoración propia de stress constante mantenido por un período de tiempo sostenido. Niveles altos de bilirrubina.

 

Mientras el pequeño animobot lo acercaba a la habitación de la Capitana, Anton podía ver el cansancio y la preocupación en la mirada de los aeropiratas. La tensión en el ambiente era tan palpable que era imposible no preocuparse, bien o mal, estos hombres estaban acostumbrados a vivir en el peligro y el verlos tan afectados no era una buena señal. Sweethearth se encontraba en su camarote, sentada en su viejo escritorio rodeada de libros, cerró el que tenía en las manos y miró a Anton, cansada, fingiendo estar aburrida, pero en el fondo del par de ojos cafés, un destello rojizo de miedo y preocupación era difícil esconder.

 

-Supongo que la traicionaron, ¿no es así Capitana?

 

-Jamás supongo nada Anton, es el primer paso hacia la destrucción.

 

-¿me va a decir que la persecución del imperio a una de sus capitanas consentidas no es una certeza de traición? Sweethearth con un gesto de la mano lo invitó a sentarse.

 

-Me preocupan mucho más los motivos de la traición –la mujer se levantó y caminó hacia un pequeño ropero, lo abrió y saco una botella de licor- el trato para su entrega era de lo más serio que he hecho en mi carrera como aeropirata. La necesidad que tuvo el imperio de engatusarme es lo que realmente me preocupa.

 

-Sea como sea, creo que estamos del mismo bando ¿no lo cree?

 

-Dificilmente señor De Cruz.Anton río sinceramente: Capitana, ahora es usted totalmente naive, se ha convertido en una fugitiva del imperio, esa es una senda sin vuelta atrás. -¡Señora! ¡Señora! Kowoni interceptó un mensaje cifrado del imperio

 

 

-Sonrisas irrumpió en el camarote

 

-Espero sea importante Segundo al mando, porque sabe que este es mi santuario, y me gusta que lo respeten- dijo la rubia mirando con odio al viejo. Anton sintió una pulsada de miedo y admiración, la joven mujer frente a él acababa de recibir hace unos minutos la confirmación de una sentencia de muerte inevitable y de una vida itinerante, ahora sí, sin respaldo alguno, y pese a todo, luchaba por mostrarse salvaje y cruel para mantener el control sobre su tripulación.

 

-De verdad es importante Señora… -Leálo Sonrisas se quedó mirando a Anton. -Leálo Sonrisas o déjelo sobre el escritorio y lárguese. El Segundo al mando colocó el papel sobre el escritorio y salió hecho una furia del camarote.

 

-¿No sería más inteligente tratar mejor a un hombre como ese? ¿no le preocupa que pueda armarle un motin?

 

-Si me preocupara que ese hombre armara un motin hace tiempo que lo habría matado-Sweethearth tomó el papel y lo leyó, se lo pasó a Anton y lo miró esperando algún comentario. “Paquete extraviado. Busqueda urgente. Plan continua. XWD -5”

 

-Lo único que puedo deducir es que nos van a buscar como perros tras la presa, y sea lo que planeen va a ocurrir en 5 horas. -Si, pensé lo mismo, si no hay contratiempos, tal vez estemos a medio camino de las Spiritá cuando ocurra. Le recomiendo ir a su camarote y descansar, cuando vea a la lata que se dice mi ayudante personal dígale “Stella náutica”

 

-Supongo que es un comando, estoy a sus ordenes capitana.

– Y con una ligera inclinación de cabeza abandono el camarote. Sweethearth se sirvió medio vaso de licor y lo apuró de un trago. CAPITULO VIIXWD La noticia llegó a través de todos los canales abiertos. Hasta el rincón más infame de Nova Machina se enteró de XWD. Aunque por supuesto, ellos jamás conocieron el evento por ese nombre. Siendo las 11:30 de la mañana dos naves de transporte Comb3233, con 400 pasajeros se estrellaron en medio de Gear City, dejando un saldo mortal superior a los 3000 muertos, un ataque brutal en el corazón del imperio, los culpables: un grupo de Djinn, entrenados, instruidos, alienados por Anton de Cruz y la aeropirata Sweethearth. “Jamás nos habían dañado tan vilmente- declaro el CEO del imperio- y nunca más lo volverán a hacer, no descansaremos hasta acabar con cada uno de los culpables, somos el principal bastión de libertad y la justicia en Nova Machina y los enemigos del bien temerán nuestro nombre” El siguiente movimiento fue brutal, Imperio Penn descargó todo su poder en contra de Djinn, invadió y masacró a la población buscando a los asesinos De Cruz y Sweethearth, al tiempo que se hizo del control de las minas de carbón y las bibliotecas de ciencias ocultas de los Djinn. Nova Machina entera apoyó y aplaudió, el mal se había levantado de las tierras perdidas de Djinn, el mal había sido detenido. Sin embargo… Sweethearth y Anton de Cruz llevaban nueve meses huyendo, habían recopilado información en las Spiritá y en Djinn, en un dejo de locura o valentía, Anton se interno en Imperio Penn y obtuvo información sorprendente. El imperio había planeado y provocado XDW, habían asesinado a más de 3000 personas en su propio territorio con el fin de declarar la guerra a Djinn y apropiarse de las riquezas. La población Djinn era masacrada y después presentada como peligrosa y armada, los hombres del imperio “siempre dispararon en defensa propia”. -Nosotros no lo hicimos-declaró el Jefe de una tribu Djinn-pero no podemos dejar de sentirnos felices por su desgracia, durante años, han tomado de Nova Machina lo que han querido, como guardines de la supuesta libertad y justicia, invaden territorios matan a hombres mujeres y niños, ponen armas en manos de los hermanos para que se maten entre ellos y después como todopoderosos jueces de paz, imponen su deseo, si algo lamento, es que realmente nosotros no lo hicimos. Un sistema de vigilancia mundial y control total sobre los habitantes de Nova Machina, los propios amantes de la libertad y justicia crearon un complejo sistema de leyes que dejaron prisioneros a los habitantes de Imperio Penn dentro de su territorio, cualquier sospecha de contacto con djinns provocaba el desprecio, la sospecha y muchas veces el encarcelamiento. La privacidad dejó de existir y el poder total del aparato corporativo se convirtió en un guante de hierro alrededor de su cuello. Y toda Nova Machina aplaudió, porque se sentían más seguros, más protegidos, el mal estaba siendo perseguido, vigilado y controlado, todos podían vivir más tranquilos. -¿Qué vamos a hacer? –preguntó Anton -No podemos hacer nada, ¿Quién nos creería? Somos los asesinos en masa más famosos de Machina-contestó la joven mujer, cuyo rostro había envejecido prematuramente en los últimos 3 meses. -Nosotros no hicimos nada-dijo el hombre a media voz -Eso no importa, parece que lo hicimos, porque eso han hecho creer y siendo sinceros les conviene tenernos prófugos otro tiempo, sino ya nos habrían capturado y ahorcado. -Tengo una idea, pero no será de tu agrado Lilian – por primera vez en todo el tiempo que llevaban de estar juntos como parias mundiales, él se atrevía a llamarla por su nombre, un escalofrío recorrió la espalda de la mujer, un temor y una pizca de algo, que produjo calor en su estómago y en sus mejillas. Ella se sentó con las manos sosteniendo la cabeza y el hermoso cabello rubio resbalando por sus mejillas, era el rostro de una niña envejecida en medio de la tragedia. -El imperio esta asesinando en nuestro nombre, cada muerte en Djinn y en otras islas está justificada por nuestra captura, si nos entregamos se les acaba el pretexto. -Nos matarán y buscarán a otros demonios para espantar a los ilusos. -Posiblemente, pero mi idea es dejar un testamento, un libro con todos los datos que poseemos, incluyendo este plan. Hacer suficientes copias y dejárselo a nuestra red de informadores para que lo publiquen después de nuestra muerte, algún día, alguien podrá ver la verdad. -Estoy cansada de huir Anton -Lo sé Lilian, yo también- y dando unos pequeños pasos, Anton de Cruz extendió la mano y la posó sobre el hombro de Lilian Sweethearth, por un momento, ambos se permitieron soñar con vidas distintas, en las que tal vez, vivían en una pequeña provincia de Cabo de la Cruz meridional, ambos dedicados a enseñar a los jóvenes, cuidando la parcela de la casa, viviendo alienados dentro de la cárcel inmaterial que el imperio había creado para todos, pero estúpidamente felices y conformes. Por un momento se permitieron soñar. Pero el momento pasó y ella salió de la habitación con algo parecido a una lagrima llenándole los ojos y él se quedó con un nudo en la garganta, temiendo por el futuro y lamentando un sueño perdido. Anton de Cruz se sentó en el hermoso escritorio de madera de cedro, y empezó a escribir… “A ciencia cierta, no estoy muy seguro de cómo llegué aquí…” Epílogo Anton de Cruz y Lilian Sweethearth se suicidaron en medio de la Plaza de Vins et Femmes, el principal centro turístico de Allure. Se introdujeron en Allure pasando grandes peligros, siempre a punto de ser capturados por espías y soldados de Imperio Penn, convocaron a algunos grupos de rebeldes y otros de corporativistas, la gente tradicionalista, fanática del orden mundial generado por el Imperio. Frente a todos ellos, Anton y Lilian se volaron la tapa de los sesos. La noticia fue imposible de esconder y en menos de tres días toda Nova Machina sabía que los peligrosos terroristas de Cruz y Sweethearth habían muerto por su propia mano, empezaron muestras de desacuerdo con la invasión de Imperio Penn a Djinn. El imperio no podía justificar su estancia en aquel lugar, pero ya era muy tarde, habían mordido la manzana y no pensaban cejar en su empeño. Así que continuaron masacrando a los habitantes de Djinn con el pretexto de encontrar células terroristas que habían apoyado a los suicidas rebeldes.El 98% de la población mundial sabe esto: Lilian Swethearth y Anton de Cruz conspiraron para atacar a Imperio Penn y matar a miles de personas inocentes, fue un ataque sin provocación causado por el fanatismo y la corrupción, el Imperio llevó a cabo una campaña de persecución y destrucción de todos aquellos seguidores de esta ideología, sin importar el lugar o el momento, el Imperio castigó a todos aquellos que pusieron en riesgo la paz y tranquilidad de los habitantes de Nova Machina, trayendo seguridad no sólo a los habitantes de sus fronteras, sino a todo el mundo. Además de la historia narrada en estas líneas lo que pocos saben es que Imperio Penn a partir de XWD se hizo de las minas de carbón más importantes de Al-Djinn y también de los amuletos y rituales más poderosos dentro de las Islas Spiritá. Teniendo el control del combustible y de la magia, empezó un reinado total sobre Nova Machina, un nuevo orden mundial disfrazado de corporativismo y vigilia constante en contra de amenazas internas contra la seguridad del Imperio. Las garantías individuales fueron desapareciendo poco a poco y la política de control mundial total –económico, militar y mental- se llevó a cabo gradualmente. Vivimos sin esperanza.Año 35 después de XWD. Islas Spiritá. Iohan Sweethearth de Cruz.Mareo, miedo y  traición.

 

Anton había pasado toda la crisis de la Diosa del Mar y del Cielo encerrado dentro de su camarote, escuchando las sirenas, viendo las cajas soltarse y azotar en contra de las paredes de su habitación, el estómago se le revolvía y trataba con urgencia de recordar alguna de las plegarias que su padre, el viejo pastor Aurista rezaba en las noches antes de ir a dormir.

 

Aunque llevaba varios años navegando, jamás se había acostumbrado a las turbulencias aéreas y mucho menos a los cambios violentos de presión entre los amarizajes y los despegues, en su caso, siempre muy necesarios al poseer una nave pequeña que necesitaba un constante servicio mecánico. Y al ser un rebelde, siempre era mucho más útil permanecer en el mar que en el aire, el cual era un dominio poseído por dos señores, el imperio y los aeropiratas… una sonrisa melancólica en su rostro… un sólo amo de Nova Machina, de sus mares y sus cielos, el Imperio.

 

-¿Anton necesita algo?- sonó la voz metálica de Gossip a sus espaldas.

 

-Un lugar dónde vomitar, una explicación de qué carajo está pasando y mi libertad inmediata…

 

-Anton puede vomitar en  el bote metalico que se encuentra junto a su cama y que al parecer ha rodado junto al ropero, la explicación la dio la Capitana Sweethearth hace 15 y la confirmó el Segundo al mando Sonrisas: hemos huido a través de una tormenta de una persecución de una nave del imperio. Su libertad es imposible obtenerla hasta que la Capitana no lo decida, aunque si hacemos una rápida estadística de las decisiones anteriores de la Capitana respecto a prisioneros alojados en La Diosa del mar y del cielo, podemos decir que Anton De Cruz posee un 60% de ser vendido a algún cliente, un 42% de ser abandonado en alguna isla desierta para morir de forma larga y cruel, generalmente la Capitana sacrifica algunos esclavos para obtener un portal que permita a algún cliente sólo por ella conocido, ver la agonía y un 8% de ser asesinado en un momento de mal humor de la líder de este barco. ¿Anton necesita algo más?

 

-Una reunión con Sweethearth.

 

- Gossip la solicitará inmediatamente ¿algún motivo especial? ¿algún asunto particular que desee mencionar?

 

-Dile que nos acabamos de convertir en aliados.

Gossip se retiró sin decir nada más.

 

Diez minutos más tarde, Gossip entraba a la habitación de Anton.

 

-La Capitana Sweethearth le ha concedido la entrevista Anton.

 

-Vamos entonces, ¿podrías darme un análisis del estado actual de tu Capitana?

 

-Gossip resume: estado emocional alterado, pulso en reposo superior a los 80, presión sanguínea, ligeramente por arriba de lo acostumbrado, sudoración propia de stress constante mantenido por un período de tiempo sostenido. Niveles altos de bilirrubina.

 

Mientras el pequeño animobot lo acercaba a la habitación de la Capitana, Anton podía ver el cansancio y la preocupación en la mirada de los aeropiratas. La tensión en el ambiente era tan palpable que era imposible no preocuparse, bien o mal, estos hombres estaban acostumbrados a vivir en el peligro y el verlos tan afectados no era una buena señal.

 

Sweethearth se encontraba en su camarote, sentada en su viejo escritorio rodeada de libros, cerró el que tenía en las manos y miró a Anton, cansada, fingiendo estar aburrida, pero en el fondo del par de ojos cafés, un destello rojizo de miedo y preocupación era difícil  esconder.

 

-Supongo que la traicionaron, ¿no es así Capitana?

 

-Jamás supongo nada Anton, es el primer paso hacia la destrucción.

 

-¿me va a decir que la persecución del imperio a una de sus capitanas consentidas no es una certeza de traición?

 

Sweethearth con un gesto de la mano lo invitó a sentarse.

 

-Me preocupan mucho más los motivos de la traición –la mujer se levantó y caminó hacia un pequeño ropero, lo abrió y saco una botella de licor- el trato para su entrega era de lo más serio que he hecho en mi carrera como aeropirata. La necesidad que tuvo el imperio de engatusarme es lo que realmente me preocupa.

 

-Sea como sea, creo que estamos del mismo bando ¿no lo cree?

 

-Dificilmente señor De Cruz.

Anton río sinceramente: Capitana, ahora es usted totalmente naive, se ha convertido en una fugitiva del imperio, esa es una senda sin vuelta atrás.

 

-¡Señora! ¡Señora! Kowoni interceptó un mensaje cifrado del imperio-Sonrisas irrumpió en el camarote

 

-Espero sea importante Segundo al mando, porque sabe que este es mi santuario, y me gusta que lo respeten- dijo la rubia mirando con odio al viejo.

 

Anton sintió una pulsada de miedo y admiración, la joven mujer frente a él acababa de recibir hace unos minutos la confirmación de una sentencia de muerte inevitable y de una vida itinerante, ahora sí, sin respaldo alguno, y pese a todo, luchaba por mostrarse salvaje y cruel para mantener el control sobre su tripulación.

 

-De verdad es importante Señora…

 

-Leálo

 

Sonrisas se quedó mirando a Anton.

 

-Leálo Sonrisas o déjelo sobre el escritorio y lárguese.

 

El Segundo al mando colocó el papel sobre el escritorio y salió hecho una furia del camarote.

 

-¿No sería más inteligente tratar mejor a un hombre como ese? ¿no le preocupa que pueda armarle un motin?

 

-Si me preocupara que ese hombre armara un motin hace tiempo que lo habría matado-Sweethearth tomó el papel y lo leyó, se lo pasó a Anton y lo miró esperando algún comentario.

 

“Paquete extraviado. Busqueda urgente. Plan continua. XWD -5”

 

-Lo único que puedo deducir es que nos van a buscar como perros tras la presa, y sea lo que planeen va a ocurrir en 5 horas.

 

-Si, pensé lo mismo, si no hay contratiempos, tal vez estemos a medio camino de las Spiritá  cuando ocurra. Le recomiendo ir a su camarote y descansar, cuando vea  a la  lata que se dice mi ayudante personal dígale “Stella náutica”

-Supongo que es un comando, estoy a sus ordenes capitana. – Y con una ligera inclinación de cabeza abandono el camarote. Sweethearth se sirvió medio vaso de licor y lo apuró de un trago.

 

CAPITULO VII

XWD

 

La noticia llegó a través de todos los canales abiertos. Hasta el rincón más infame de Nova Machina se enteró de XWD. Aunque por supuesto, ellos jamás conocieron el evento por ese nombre.

 

Siendo las 11:30 de la mañana dos naves de transporte Comb3233, con 400 pasajeros se estrellaron en medio de Gear City, dejando un saldo mortal superior a los 3000 muertos, un ataque brutal en el corazón del imperio, los culpables: un grupo de Djinn, entrenados, instruidos, alienados por Anton de Cruz y la aeropirata Sweethearth. 

 

“Jamás nos habían dañado tan vilmente- declaro el CEO del imperio- y nunca más lo volverán a hacer, no descansaremos hasta acabar con cada uno de los culpables, somos el principal bastión de libertad y la justicia en Nova Machina y los enemigos del bien temerán nuestro nombre”

 

El siguiente movimiento fue brutal, Imperio Penn descargó todo su poder en contra de Djinn, invadió y masacró a la población buscando a los asesinos De Cruz y Sweethearth, al tiempo que se hizo del control de las minas de carbón y las bibliotecas de ciencias ocultas de los Djinn.

 

Nova Machina entera apoyó y aplaudió, el mal se había levantado de las tierras perdidas de Djinn, el mal había sido detenido. Sin embargo…

 

Sweethearth y Anton de Cruz llevaban nueve meses huyendo, habían recopilado información en las Spiritá y en Djinn, en un dejo de locura o valentía, Anton se interno en Imperio Penn y obtuvo información sorprendente.

 

El imperio había planeado y provocado XDW, habían asesinado a más de 3000 personas en su propio territorio con el fin de declarar la guerra a Djinn y apropiarse de las riquezas.

 

La población Djinn era masacrada y después presentada como peligrosa y armada, los hombres del imperio “siempre dispararon en defensa propia”.

 

-Nosotros no lo hicimos-declaró el Jefe de una tribu Djinn-pero no podemos dejar de sentirnos felices por su desgracia, durante años, han tomado de Nova Machina lo que han querido, como guardines de la supuesta libertad y justicia, invaden territorios matan a hombres mujeres y niños, ponen armas en manos de los hermanos para que se maten entre ellos y después como todopoderosos jueces de paz, imponen su deseo, si algo lamento, es que realmente nosotros no lo hicimos.

 

Un sistema de vigilancia mundial y control total sobre los habitantes de Nova Machina, los propios amantes de la libertad y justicia crearon un complejo sistema de leyes que dejaron prisioneros a los  habitantes de Imperio Penn dentro de su territorio, cualquier sospecha de contacto con djinns provocaba el desprecio, la sospecha y muchas veces el encarcelamiento. La privacidad dejó de existir y el poder total del aparato corporativo se convirtió en un guante de hierro alrededor de su cuello.

 

Y toda Nova Machina aplaudió, porque se sentían más seguros, más protegidos, el mal estaba siendo perseguido, vigilado y controlado, todos podían vivir más tranquilos.

 

-¿Qué vamos a hacer? –preguntó Anton

 

-No podemos hacer nada, ¿Quién nos creería? Somos los asesinos en masa más famosos de Machina-contestó la joven mujer, cuyo rostro había envejecido prematuramente en los últimos 3 meses.

 

-Nosotros no hicimos nada-dijo el hombre a media voz

 

-Eso no importa, parece que lo hicimos, porque eso han hecho creer y siendo sinceros les conviene tenernos prófugos otro tiempo, sino ya nos habrían capturado y ahorcado.

 

-Tengo una idea, pero no será de tu agrado Lilian – por primera vez en todo el tiempo que llevaban de estar juntos como parias mundiales, él se atrevía a llamarla por su nombre, un escalofrío recorrió la espalda de la mujer, un temor y una pizca de algo, que produjo calor en su estómago y en sus mejillas.

 

Ella se sentó con las manos sosteniendo la cabeza y el hermoso cabello rubio resbalando por sus mejillas, era el rostro de una niña envejecida en medio de la tragedia.

 

-El imperio esta asesinando en nuestro nombre, cada muerte en Djinn y en otras islas está justificada por nuestra captura, si nos entregamos se les acaba el pretexto.

 

-Nos matarán y buscarán a otros demonios para espantar a los ilusos.

 

-Posiblemente, pero mi idea es dejar un testamento, un libro con todos los datos que poseemos, incluyendo este plan. Hacer suficientes copias y dejárselo a nuestra red de informadores para que lo publiquen después de nuestra muerte, algún día, alguien podrá ver la verdad.

 

-Estoy cansada de huir Anton

 

-Lo sé Lilian, yo también- y dando unos pequeños pasos, Anton de Cruz extendió la mano y la posó sobre el hombro de Lilian Sweethearth, por un momento, ambos se permitieron soñar con vidas distintas, en las que tal vez, vivían en una pequeña provincia de Cabo de la Cruz meridional, ambos dedicados a enseñar a los jóvenes, cuidando la parcela de la casa, viviendo alienados dentro de la cárcel inmaterial que el imperio había creado para todos, pero estúpidamente felices y conformes. Por un momento se permitieron soñar.

 

Pero el momento pasó y ella salió de la habitación con algo parecido a una lagrima llenándole los ojos y él se quedó con un nudo en la garganta, temiendo por el futuro y lamentando un sueño perdido.

 

Anton de Cruz se sentó en el hermoso escritorio de madera de cedro, y empezó a escribir…

 

“A ciencia cierta, no estoy muy seguro de cómo llegué aquí…”

 

Epílogo   

 

Anton de Cruz y Lilian Sweethearth se suicidaron en medio de la Plaza de Vins et Femmes, el principal centro turístico de Allure. Se introdujeron en Allure pasando grandes peligros, siempre a punto de ser capturados por espías y soldados de Imperio Penn, convocaron a algunos grupos de rebeldes y  otros de corporativistas, la gente tradicionalista, fanática del orden mundial generado por el Imperio. Frente a todos ellos, Anton y Lilian se volaron la tapa de los sesos. La noticia fue imposible de esconder y en menos de tres días toda Nova Machina sabía que los peligrosos terroristas de Cruz y Sweethearth habían muerto por su propia mano, empezaron muestras de desacuerdo con la invasión de Imperio Penn a Djinn.

 

El imperio no podía justificar su estancia en aquel lugar, pero ya era muy tarde, habían mordido la manzana y no pensaban cejar en su empeño.  Así que continuaron masacrando a los habitantes de Djinn con el pretexto de encontrar células terroristas que habían apoyado a los suicidas rebeldes.

El 98% de la población mundial sabe esto: Lilian Swethearth y Anton de Cruz conspiraron para atacar a Imperio Penn y matar a miles de personas inocentes, fue un ataque sin provocación causado por el fanatismo y la corrupción, el Imperio llevó a cabo una campaña de persecución y destrucción de todos aquellos seguidores de esta ideología, sin importar el lugar o el momento, el Imperio castigó a todos aquellos que pusieron en riesgo la paz y tranquilidad de los habitantes de Nova Machina, trayendo seguridad no sólo a los habitantes de sus fronteras, sino a todo el mundo.

 

Además de la historia narrada en estas líneas lo que pocos saben es que Imperio Penn a partir de XWD se hizo de las minas de carbón más importantes de Al-Djinn y también de los amuletos y rituales más poderosos dentro de las Islas Spiritá. Teniendo el control del combustible y de la magia, empezó un reinado total sobre Nova Machina, un nuevo orden mundial disfrazado de corporativismo y vigilia constante en contra de amenazas internas contra la seguridad del Imperio. Las garantías individuales fueron desapareciendo poco a poco y la política de control mundial total –económico, militar y mental- se llevó a cabo gradualmente.

 

Vivimos sin esperanza.

Año 35 después de XWD. Islas Spiritá.

 

Iohan Sweethearth de Cruz.

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